La historia detrás de la historia de "El código Da Vinci"; un adelanto de la película de la revista CINEMANIA
Esta monumental construcción gótica, apoteosis del espíritu religioso de la Edad Media, simula ser la Abadía de Westminster, edificio cuyas autoridades se negaron rotundamente a prestar como escenario de la película. No piensa lo mismo el decano de la catedral de Lincoln, el reverendo Alec Knight: "Mi opinión es que el libro no es blasfemo, no denigra a Dios de ninguna forma… Ha sido atacado porque sugiere que la noción de humanidad de Jesús incluye un elemento de sexualidad".
Sin embargo, para la hermana Mary Michael, una de las que sugiere que la catedral abrió sus puertas a la filmación gracias a la donación de unos 200.000 dólares por parte de los productores, el del reverendo Knight no es un argumento del todo sólido. "Sé que el obispo y el decano dijeron que se trataba de ficción, pero la historia va en contra de la verdadera esencia de lo que creemos", denuncia. Y llega más lejos aún: "Cuando esté cara a cara con Dios todopoderoso en mi juicio final, como todos lo haremos, podré decir que hice lo mejor para protestar".
Francia // Desde su escritorio en el palacio del Elíseo, en París, el propio Jaques Chirac se ve en la obligación de desmentir a través de un comunicado presidencial una versión echada a correr por la revista Newsweek, que asegura que en un encuentro con Ron Howard y Brian Grazer –director y productor del film, respectivamente, ganadores los dos de un Oscar por Una mente brillante–, Chirac se permitió recomendarles a la mejor amiga de su hija para interpretar a Sophie Neveu –el protagónico femenino que al final terminó en manos de Audrey Tautou (Amelie)–. El trascendido, incluso, señala al presidente francés abogando para que le agregasen algún numerito al cachet de Jean Reno, otro galo en este reparto (le da vida al investigador Bezu Fache).
El episodio en cuestión se remonta a fines de 2004, cuando Howard y Grazer visitaron Francia para cerrar un asunto en el que jugaban buena parte de la suerte de esta adaptación: el permiso para montar un set de filmación nada menos que en el Museo del Louvre. Después del revés que supuso la negación por parte de la Abadía de Westminster, en Londres, este objetivo era una suerte de cuestión de Estado. Y la razón es muy sencilla: el Museo del Louvre es el punto de partida y a su vez el corazón de la trama elucubrada por el estadounidense Dan Brown.
Allí, sobre el mármol de la Gran Galería, entre un Caravaggio y otras de las pinturas más famosas de la Tierra, en las primeras páginas del libro yace el cuerpo inerte de Jacques Saunière, un renombrado curador y conservador de obras que es descubierto con un enigma escrito sobre su pecho. Allí es donde permanece encriptado el misterio que los personajes de Hanks y Tautou buscan revelar.
Y en eso andaban Howard y Grazer cuando recibieron la invitación para asistir al encuentro con Jaques Chirac. "Pensamos que iba a ser una visita de cinco minutos. Una foto y un apretón de manos", contó el productor, sorprendido por la hora de apasionada charla sobre cine que mantuvieron con el presidente.
"En el transcurso del encuentro, hablaron de un cierto número de actores conocidos, como Audrey Tautou, Paul Newman, Gregory Peck o Jean Reno, pero sin relacionarlos con la película. El presidente recibe regularmente artistas famosos que están de paso por París", explica el comunicado del Elíseo.
Italia // Un miembro eclesiástico de alto rango rompe el silencio para advertir que son "mentiras vergonzosas y sin fundamento" las que pueblan este libro. Se trata del arzobispo de Génova, el cardenal Tarcisio Bertone; suplente en otros tiempos de Joseph Ratzinger antes de convertirse en Benedicto XVI (quien también llamó a los cristianos a no leer el libro).
Hacia el centro de la península, en Vinci, cerca del pueblo donde nació Leonardo, un grupo de historiadores del arte y clérigos conservadores llevan adelante un curioso simulacro de juicio a la obra de Dan Brown. En rueda, los especialistas tienen en el centro de las miradas el cuerpo diseccionado del libro (casi una instantánea de Rembrandt).
El que abre la puesta en escena es Alessandro Vezzosi, director del Museo Leonardo Da Vinci. Y lo que intenta con la proyección de más de 120 fotos es impugnar otro de los axiomas más controversiales del libro. De acuerdo con el relato, La Mona Lisa, pintura hacia la que son conducidos Sophie y Langton a medida que van descifrando las pistas dejadas por el asesinado Saunière, representa un rostro asexuado y, quizás, la más fiel imagen de Leonardo, quien fuera además un convencido del "principio femenino": una creencia que sostiene que el alma humana no puede ser luminosa a menos que conjugue los elementos masculino y femenino.
Por lo tanto, Mona Lisa no sería ni hombre ni mujer sino una fusión de ambos sexos y un sutil mensaje de androginia. Para Vezzosi, "Leonardo es malinterpretado y denigrado".
Estados Unidos // Señoras y señores, de este lado del Atlántico, Dan Brown, el responsable de una auténtica reacción en cadena que convirtió al mundo en pueblo chico-infierno grande. Autor de un best-séller disonante que logra mezclar (con imaginación) componentes ficticios y una variedad de elementos ciertos provenientes de la historia, el arte, la teología y la mística. Edificado, justamente, sobre este principio, legítimo a pesar de todo, de licuar los dominios de la realidad y la ficción en un juego narrativo que le permitió al díscolo Brown capturar la atención de millones de lectores (aunque por el lado de la crítica, sus teorías de conspiración no hayan generado comentarios del todo homogéneos: los detractores, tal vez mayoría, le endilgan una "prosa deficiente"; los más oficiosos celebran en cambio los riesgos asumidos; The New York Times, por ejemplo, lo recomienda con "rotundo entusiasmo").
En fin, una cosa es cierta: desde que el El código Da Vinci tomó las librerías por asalto en 2003, lleva vendidas 30 millones de copias en todo el mundo, ya fue traducido a 40 idiomas y encabeza desde hace tres años los primeros puestos en las listas de ventas literarias de los siete continentes. Se trata de uno de los mayores fenómenos editoriales contemporáneos y de una verdadera usina de otros contenidos que lo tienen como objeto de observación y/o análisis: documentales, programas de televisión, seminarios, sitios y juegos en la Web. Numerosas agencias, incluso, promocionaron circuitos turísticos con los destinos que recorre el libro a lo largo de sus más de 500 páginas.
"La gente siempre está interesada en las historias de misterio, pero cuando se refieren a una institución influyente y trascendental como la Iglesia Católica, se convierten en algo sensacional", explica el actor británico Ian McKellen, integrante también del elenco en el papel del pérfido y malicioso Sir Leigh Teabing.
Dan Brown, por su parte, se disculpa desde su sitio de Internet (y desde unas pocas entrevistas), y asegura que la suya es una novela más, producto de la fantasía, y que no responde a la realidad histórica. Subraya que no es anticristiana ni contra los cristianos, y lamenta tanto recelo. Se refiere en especial al Opus Dei, vertiente conservadora de la Iglesia a la que su novela alude directamente (Silas, el asesino y fanático religioso interpretado para la pantalla por el británico Paul Bettany, pertenece a este sector). Parte de la ambigüedad, cierto también, de un escritor que consigna al principio del libro: "Todas las descripciones de obras de arte, edificios, documentos y rituales secretos que aparecen en esta novela son veraces". Una estrategia eficaz.
Hollywood // Y en el reino de las superproducciones, lógico, todo best-séller que camina va a parar al set. En especial uno como éste, tan avanzado en lo que a publicidad respecta y con una población de ¡2.000 millones de cristianos! expectantes. Así es que la carrera por los derechos de la obra para pasarla a cinta se largó bien temprano.
Uno de los más rápidos, aunque no lo suficiente, fue el mismo Brian Grazer (fundador, en sociedad con su amigo Ron Howard, de Imagine Entertainment), que no quería esta historia para una adaptación cinematográfica sino como posible trama de una nueva temporada de la serie 24. Sin embargo, no pudo ser. "No conocía a la gente correcta", se lamenta Grazer. "No conocía a la gente de Dan (Brown)."
El que sí conocía los canales apropiados era John Calley, un avezado ejecutivo hollywoodense de 75 años que consiguió los derechos para los estudios Sony (dueños Columbia Pictures) por seis millones de dólares. Esto, claro, no les impidió a Howard y a Grazer asociarse al proyecto.
Para dar con el registro de la adaptación que tenía en mente, Howard, oriundo de Oklahoma, empezó por el principio y puso su mirada en dos preciosos deformes del cine como El bebé de Rosemary (Roman Polanski, 1968) y El exorcista (William Friedkin, 1973), ambos films en la arenas del esoterismo. Se fijó también en Todos los hombres del presidente (Alan J. Pakula, 1976), una clase magistral de acción en el diálogo. Y dentro de estas coordenadas, junto con el guionista Akiva Goldsman (Yo, robot, El luchador), la adaptación se puso en marcha. "Creo que esta película va a encantarle a la gente", pronostica Howard, que al igual que el resto de los miembros del proyecto intentó siempre mantenerse al margen de las polémicas. "Creo que el público saldrá del cine sintiendo que acabó de ver la novela." La intención es clara.
La otra novela, la que contó con la participación especial del presidente Chirac, terminó con el equipo de filmación felizmente instalado en el Museo del Louvre. Siete días de rodaje nocturno en la casa da las colecciones más célebres y mejores valuadas del globo, un hecho inédito hasta ahora. Todos trajeron buenos recuerdos. "Mirabas a un rincón y veías el lugar lleno de las cosas que se utilizan para hacer películas: cajas, herramientas, pies de cámara… y La Mona Lisa", cuenta Tom Hanks.
Tal vez el más preocupado por el calendario en las noches parisinas, Ron Howard, explica que, por razones de seguridad y preservación, tuvieron que ser muy específicos en cada toma. "Había una serie de cosas que no podíamos hacer, como tirar sangre en el piso, descolgar cuadros o iluminar de lleno ciertas obras". La Mona Lisa, para despejar todo tipo de dudas, no fue parte del elenco. Por si acaso, quedó atesorada en una sala contigua y, en su lugar, se utilizó una réplica. Aunque la producción no se inquietó demasiado por este detalle.
Después de todo, como reconoce Brian Grazer, "a esta altura, la película se vende sola". Entre otras cosas, porque El código Da Vinci pellizca un nervio central de nuestra cultura: Cristo, Leonardo, Iglesia, conspiraciones, secretos, mentiras…. Hollywood no se la podía perder.
http://www.lanacion.com.ar/entretenimientos/nota.asp?nota_id=800500
Publicado el Martes 25 de Abril de 2006 | 14:00
Entre de casualidad a tu sitio y veo qeu tu post es igual al ultimo que acabo de publicar en mi sitio.
ResponderBorrarVeremos cuando se estrene si lo que decimos en nuestros blogs es tan asi o no..
en mi post tambien tenes los comentarios de la Iglesia en argentina (deplorables)
Un abrazo
ahh el link es:
http://listao.blogspot.com