Como otras comunidades de Perú y Bolivia, están decididos a lavarle la cara a su sagrada planta ancestral, informó hoy el portal digital Total News de Argentina.
Fabiola Piñacué, indígena de la etnia nasa, abandonó su cabildo hace 12 años para estudiar en una prestigiosa universidad de Bogotá. Allí comprobó con horror la imagen negativa que tenía aquella planta con la que ella había convivido desde pequeña y que tantas veces había visto mascar (acullicar) a sus abuelos.
“Yo venía de la cultura de la hoja de coca que no era mala y cuando choqué con la cultura occidental, donde hay una satanización constante, me sentí afectada y decidí hacer algo. Quería lograr una socialización del consumo en estado natural, así como la consumimos nosotros”, dijo Piñacué.
De esta manera ella comenzó a preparar infusiones de coca y llevarlas a la Universidad, poco a poco, según creció la demanda, empacaba las hojas en pequeñas bolsas que sellaba con cera y las vendía. “Mis compañeros la consumían para todo: para la cruda, para estudiar y hasta para el despecho, porque cura el dolor del alma”.
La coca no es cocaina
La coca contiene 14 alcaloides, que según un estudio realizado en 1973 por la Universidad de Harvard, desarrollan propiedades analgésicas, metabolizantes, digestivas, circulatorias y un largo etcétera.
La cocaína es uno de ellos, que sólo se activa mediante un proceso químico cuando se junta con una sustancia alcalina como la ceniza o la cal, tal como lo hacen los indígenas al masticarla (acullico) en el rito llamado “mambeo”; sin embargo, no aparece al consumir la hoja en infusiones u otros productos alimenticios.
Fabiola y David, su socio en la arriesgada empresa de Productos Nasa, han pasado de vender bolsitas de hoja a producir aromáticas en empaques terminados que comercializan por algo menos de 2 dólares y hace apenas tres meses lanzaron su último e innovador producto: Coca Sek.
Coca del Sol es un bebida energizante con cierto sabor a té helado dulce y algo de gas, con la que pretenden desplazar a otras gaseosas como la Coca-Cola. No sólo lo están consiguiendo en su cabildo, donde la bebida ya se ha convertido en un producto de consumo diario, sino que en Popayán, la capital del departamento, ya se encuentra Coca Sek en cualquier tienda por unos 60 centavos de dólar.
En un país donde se persigue la erradicación total de la planta de coca, los indígenas tienen por ley un fuero especial que les permite cultivar de acuerdo a sus necesidades.
Los objetivos de Fabiola y David van a más allá de retomar la tradición del consumo de coca en su estado natural, sino que buscan una empresa de desarrollo sostenible que pueda competir a gran escala. Tienen sus ojos puestos en la Convención de Viena de 2008, donde piensan que las condiciones están dadas para que se despenalice el cultivo de coca y así poder crecer.
“Mi sueño es crear una multinacional andina donde nos juntemos todos y consumamos con identidad, volvernos multiindios”, explica Fabiola.
Por eso cuando Evo Morales –quien también impulsa la despenalización del milenario arbusto-- asumió su cargo como presidente de Bolivia, no le faltó el vino Nasa para brindar por la gran ocasión.
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