16 septiembre 2006

Ratzinger y los planes del imperio

“Muéstrame también aquello que Mahoma ha traído de nuevo, y encontrarás solamente cosas malvadas e inhumanas, como su directiva de difundir por medio de la espada la fe que él predicaba”

Por: Alejandro Oviedo
Fecha de publicación: 15/09/06
Tomado de: ComoUstedesPuedenVer


El 12 de septiembre pasado, durante la visita que dispensaba a su Baviera natal, el Papa Ratzinger dio una charla titulada “Fe, razón y universidad” ante académicos de la Universidad de Ratisbona (Regensburg). En el transcurso de su charla hizo Ratzinger algunos comentarios acerca del Islam que están provocando en muchos países reacciones similares a las que, hace algunos meses, desencadenaron aquellas caricaturas de Mahoma publicadas por un periódico danés de inspiración neonazi.

En la charla, Ratzinger deja caer sus comentarios acerca de Mahoma cuando explica que la universitaria es una institución cuya esencia es la razón, y que tiende por eso a la tolerancia. La fe encuentra en ese espacio un nicho propio, pues ella es también racional, y halla por eso incluso razonable que alguien pueda interrogarse acerca de su validez. En este punto cita Ratzinger un diálogo acaecido a finales del Siglo XVI entre el emperador bizantino y un sabio persa musulmán, en ocasión del asedio de las tropas musulmanas a Constantinopla. El emperador le dice al sabio (cito a Ratzinger):

“Muéstrame también aquello que Mahoma ha traído de nuevo, y encontrarás solamente cosas malvadas e inhumanas, como su directiva de difundir por medio de la espada la fe que él predicaba”. El Emperador explica así minuciosamente las razones por las cuales la difusión de la fe mediante la violencia es una cosa irracional. La violencia está en contraste con la naturaleza de Dios y la naturaleza del alma”.

Tras una gran cantidad de disquisiciones, termina Ratzinger su charla invitando al mundo a razonar, a establecer un diálogo de culturas en el que no quepa la violencia.

Las primeras líneas del párrafo anterior han sido el detonante de una fuerte reacción en varios países. En Egipto se convocaron anteayer varias marchas de protesta. En Gaza explotó ayer una bomba en una iglesia. En Turquía se hacen llamados a cancelar una planificada visita de Ratzinger el próximo noviembre. Y autoridades religiosas de todo el mundo islámico envían mensajes del protesta al Vaticano, que hasta ahora se ha conformado con responder, a través de voceros, que el papa no tenía la intención de ofender a nadie con sus palabras. En Alemania se publicaron de inmediato comentarios de varios políticos del gobierno, criticando las reacciones del mundo musulmán, que ven como manifestación de una irracional sensibilidad.

No podemos decir, con certeza, en qué cosas pensaba Ratzinger cuando eligió ese infeliz ejemplo para ilustrar su charla. Pero sí, que el jefe de la jerarquía católica no es alguien que vaya por allí dejando caer ingenuidades.

Los grandes medios europeos están presentando el discurso de Ratzinger como un acto razonable y comedido, ante el cual la reacción de los musulmanes, con sus protestas y sus encendidos discursos, es vista como propia de un mundo violento e intolerante.

Europa está embarcándose en una campaña cada vez más activa dentro de los planes imperialistas de control de las fuentes de energía fósil. La demonización del mundo islámico, en cuyos vastos territorios se encuentran la mayor parte de esas fuentes, es una estrategia necesaria para justificar ante la opinión pública la participación europea en las invasiones militares a países musulmanes, cuyo trasfondo económico se disfraza como un conflicto de civilizaciones.

En los tempranos años ochenta, cuando fue elegido, Karol Wojtila tuvo clara la estrategia de su papado: dar la estocada definitiva al corazón del sistema socialista. Ratzinger fue uno de los artífices de ese proyecto, que ejecutó junto a Juan Pablo II desde la Congregación para la Doctrina de la Fe (departamento ideológico del Vaticano). Sería sensato entonces creer que un objetivo central del nuevo papado, para honrar la tradición vaticana de hacer tienda junto a los poderosos del mundo, sea acelerar el enfrentamiento con el mundo islámico, para allanar el camino a los planes del imperio. No es casual, quizás, que la charla de Ratzinger haya coincidido con el envío de una flota de guerra a aguas del Líbano, el despliegue militar más importante de Alemania desde 1945.

Por: Alejandro Oviedo

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Los comentarios sólo representan la opinión de las personas que los emiten. Son moderados y nos reservamos el derecho de publicación.