El 3 de diciembre de 2003, el Tribunal Penal Internacional para Ruanda (TPIR), condenó a cadena perpetua a dos periodistas por incitar al genocidio de 1994 en Ruanda. Según el Tribunal estos periodistas incitaron al oido hasta desencadenar el desastre. La Revolución Bolivariana, democrática y pacífica no puede seguir siendo boba. Sobran pruebas para enjuiciar por incitación al genocidio a estas ratas inmundas. Venezuela reclama justicia.
Por: Martín GuédezDUEÑOS DE MEDIOS Y PERIODISTAS DEBEN SER
ENJUICIADOS POR INCITAR AL ODIO Y LA GUERRA Cada vez que escucho algún dirigente bolivariano en funciones de gobierno reivindicar la existencia de una OPOSICIÓN DEMOCRÁTICA me da comezón. ¿Dónde está la tal OPOSICIÓN DEMOCRÁTICA?, porque yo no la he visto. Yo la he visto conspirando igualito que la llamada OPOSICIÓN NO DEMOCRÁTICA. Acaso esta última sea más sincera, pero nada más.
Algo similar me ocurre cuando se presenta a los “periodistas” de los medios criminales como pobres víctimas de sus amos los dueños. Pobres criaturas que deben soportar la dictadura de sus amos. Eso –al menos en una inmensa mayoría-, no es cierto. Hubieran visto a estas “criaturitas” celebrar con su amo el día del periodista para cambiar radicalmente de opinión. Pocas veces en mi vida he visto algo más indigno que las sonrisas y hasta los ojos llorosos de admiración por su amo de estas “criaturitas”.
En un show montado por Globoterror, el amo Alberto Federico, desafió al presidente de la Asamblea Nacional, Nicolás Maduro, enrostrándole a Maduro que le falta lo que a él le sobra: “El bolero de Ravell”. Macho el muchacho. ¡Habría que verlo!.
Estas “criaturitas” contemplándolo parecían a punto del orgasmo. Ni a mi tía Teresa, que era devotísima del Sagrado Corazón de Jesús, la vi mirar con tales ojitos de vaca cagona la imagen de Jesús. De modo que no es verdad que hacen lo que hacen porque son “padres y madres de familia” que deben conservar la arepa. Lo hacen a conciencia y gozan un puyero.
Estos miserables y rastreros tienen que pagar algún día por el mal que están haciendo. En algún momento debe darse el acto de justicia. Han trabajado con todas sus fuerzas por llevar este pueblo a una guerra civil. Lo han hecho, lo hacen y saben lo que están haciendo. Ponen más intención en provocar este genocidio que el que ponen cuando venden los productos comerciales que promocionan. Hacen su trabajo, saben lo que hacen y están cobrando buen dinero por hacerlo. No tienen excusas.
El 3 de diciembre de 2003, el Tribunal Penal Internacional para Ruanda (TPIR), condenó a cadena perpetua a dos periodistas por incitar al genocidio de 1994 en Ruanda. Según el Tribunal estos periodistas incitaron al oido hasta desencadenar el desastre.
Los dos condenados fueron Ferdinand Nahimana y Hassan Ngeze. Hubo un tercero, Jean-Bosco Barayagwiza, quien fue condenado sólo a 35 años de prisión. La responsabilidad de este último fue considerada menos directa.
En Ruanda la justicia tardo 9 años (1994-2003) en alcanzar con su larga mano a los culpables. En Venezuela, por lo tanto, aún se está a tiempo. Esta clase de crimen no prescribe.
Al meditar sobre este horrible episodio uno se pregunta, ¿qué hacen cada día en Venezuela, Miguel Ángel Rodríguez “Granielito”, Leopoldo Castillo “Matacuras”, Patricia Poleo, Marta Colomina, Ybelise Pacheco o Marisabel Párraga, por sólo mencionar algunos?
La Revolución Bolivariana, democrática y pacífica no puede seguir siendo boba. Es un asunto de franca violación de los derechos humanos. El Frente de Abogados Bolivarianos lo está intentando en los tribunales venezolanos. El TSJ tiene que dar debida y oportuna respuesta a esta demanda. Sobran pruebas para enjuiciar por incitación al genocidio a estas ratas inmundas.
Los archivos de la Comisión Nacional de Telecomunicaciones están atiborrados de pruebas “comunicacionales, públicas y notorias”. Es cuestión de sentarse a ver tres años de televisión; oír grabaciones radiales o revisar la hemeroteca. Algún equipo con alto sentido del masoquismo podría hacerlo. Si supera la hedentina podría entregar al juez más benévolo material de sobra como para condenar a estos asesinos.
Venezuela reclama justicia.
No tiene la culpa el ciego sino quien le da el palo.
Martín Guédez
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