por: Agencia Fuente: EFE
Se trata del mayor número de abusos reportado hasta ahora por cualquiera de las diócesis estadounidenses, partícipes de un informe nacional que estará listo para el próximo 27 de febrero.
Las denuncias afectan a un total de 244 miembros de esta arquidiócesis, ya sean curas, seminaristas, diáconos o cualquier otro miembro del clero, de las 5.000 personas que han trabajado ahí en este plazo de tiempo.
El informe responde al deseo de la Iglesia Católica de solucionar uno de los mayores escándalos vividos en Estados Unidos durante los dos últimos años y que se está haciendo sentir entre sus feligreses.
Como aseguró el cardenal Roger Mahony, la arquidiócesis está decidida a invertir "importantes esfuerzos" para ayudar a las víctimas de estos abusos en su recuperación aunque "sólo la gracia de Dios puede ofrecer el apoyo que las víctimas necesitan".
Hasta el momento un total de 85 diócesis ha informado de la existencia de denuncias contra 1.657 miembros del clero desde 1950.
De acuerdo con la cadena de televisión CNN, la cifra final del informe nacional pudiera ascender hasta los 4.450 clérigos implicados en alguna denuncia de abuso de menores desde 1950.
Mahony recordó que puede haber casos en los que no existan las pruebas necesarias para apoyar la acusación y no facilitó en su informe los nombres de 33 de los acusados ya que sus casos se están estudiando.
Hasta el momento la arquidiócesis ha pagado un total de 10,4 millones de dólares en arreglos con muchos de los denunciantes.
Aún así las denuncias se cuentan a centenares por la vía de lo civil desde que se eliminaron los límites de tiempo para presentar las acusaciones en los temas de abuso sexual de menores.
De hecho, el informe muestra que la mayor parte de los supuestos abusos tuvieron lugar en la década de los 60, 70 y 80 aunque su denuncia ha tenido lugar durante esta reciente ola que se ha ceñido sobre la Iglesia Católica.
Juan Pablo II y los sacerdotes pederastas
28 de abril de 2002
El mundo de hoy
La Iglesia siempre ha tomado medidas estrictas para proteger al máximo la confianza que los cristianos depositan en los sacerdotes, sobre todo en lo que se refiere a la confesión, y a su función educativa con niños y jóvenes. A los infractores se les aplican severas penas que van desde la excomunión, la expulsión del estado clerical, y otras. Pero algunos obispos norteamericanos mal aconsejados se habían limitado a cambiar de lugar al sacerdote problemático, someterlo a un tratamiento psicológico, con la esperanza de su regeneración. Los resultados han sido nefastos.
En otros tiempos, la “prudencia” aconsejaba resolver los escándalos a puerta cerrada y sin salir a la luz pública. Pero este Papa tan sorprendente, que ya rompió moldes con la petición de perdón por “las culpas de los hijos de la Iglesia” durante el Jubileo, ahora se ha adelantado a cualquier expectativa, y ha decidido hacerle frente a la luz de la opinión pública mundial. Por ello esta pasada semana se reunió con los cardenales norteamericanos y, contra lo que cabía esperar, decidió publicar su sentido y claro discurso del pasado martes 23 de abril: “la gente necesita saber que no hay lugar en el sacerdocio y en la vida religiosa para quienes podrían dañar a los jóvenes”. El Papa de la defensa de la dignidad de la persona humana a rajatabla estaba dolido de este abuso de los más débiles por parte de quienes debían dar ejemplo de santidad. El Papa está convencido que reconocer la verdad, y actuar con valentía, traerá a la Iglesia una mayor purificación, necesaria para evangelizar hoy.
El periodista Ramón Pi decía en ABC el pasado 25 de abril: “El Papa Juan Pablo II ha demostrado, con su inmediata reacción a afrontar el gravísimo problema, cuánta razón le asiste cuando dice, aludiendo a sus dificultades de andar, que la Iglesia no se gobierna con los pies, sino con la cabeza. Su llamada a Roma a los cardenales estadounidenses y su importante y vigoroso discurso significan, entre otras muchas cosas valiosas, que los graznidos que reclaman su dimisión (sobre todo en el seno mismo de la Iglesia) carecen no sólo de una mínima fe en el Espíritu Santo, sino también de fundamento humano razonable”
Informe de la Conferencia Episcopal de Estados Unidos sobre abusos a menores por sacerdotes
28 marzo 2004
El mundo de hoy
Según los datos disponibles, el 9,7 % de los casos alegados comenzaron en los años ’50; el 26,1% en los 1960s; el 35,5 % en los 1970s,; en 22,6 % en los 1980s; y el 6,2% empezaron entre 1990 y 2002. Los sacerdotes ordenados en los comienzos de los años 70s han sido acusados más frecuentemente de abusos que los sacerdotes ordenados en otros períodos.
Había 75.694 sacerdotes entre 1950 y 2002. De ellos, 3.265 han sido acusados de abusos a menores, es decir, el 4,3 por ciento. De ellos, el 56 % han tenido una sola acusación, y el 27 % dos o tres acusaciones. Casi 14 % tienen 4 ó 9 alegaciones, y sólo el 3 % de ellos (149 sacerdotes) han sido los responsables de las casi 3.000 víctimas.
¿Cuáles han sido las causas? El Informe es valiente en poner el dedo en la llaga. Señala deficiencias en la selección de los candidatos al sacerdocio y en la educación de los seminarios. Una formación que privilegiaba el aspecto intelectual y que descuidaba la formación humana y espiritual. Además, en los años ’60 y comienzos de los ’80 los seminarios “perdieron el norte” por la influencia de corrientes críticas con la enseñanza de la Iglesia sobre la sexualidad. El creciente permisivismo hacia comportamientos homosexuales en la sociedad ha influido negativamente en algunos seminarios, en los que se creó una “subcultura gay” en los años 70s y 80s.. Una mala aceptación del celibato sacerdotal por parte de algunos sacerdotes, que no han aprendido a verlo como parte gozosa de su entrega sacerdotal, sino como carga insoportable. Y, por último, un descuido de la oración y de la vida interior.
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