01 agosto 2006

SERÍA PREFERIBLE EL SILENCIO DE LA CANALLA

Roban, masacran, rapińan y, bajo falso nombre, lo llaman imperio. Crean el desierto y lo llaman paz. - Tácito -

Por, Martín Guédez


Maldito mil veces aque quien mata a un niño

He leído por ahí que los intelectuales opositores guardan silencio ante el holocausto palestino-libanés. Si así lo hicieran uno podría ser leve en el juicio, pero no lo hacen, no se limitan a la cobardía, al contrario, añaden la bilis. Si callaran, siendo benévolo, podría uno especular que están pasando la resaca de la última noche en la que al tintineo de un buen güisky, elaboraban la fórmula del chocolate frío o el agua tibia para salir de Chávez. Sin embargo, no hay manera de que guarden al menos ese capón silencio. ¡No pueden! El desprecio por Chávez y por el pueblo los hace incontinentes. Su odio por todo cuanto huela a pueblo es tal, que se pasean por sus medios rebuznando odio y desprecio por el pueblo árabe simplemente para no coincidir con Chávez.

Causa estupor verlos justificar lo injustificable. Llamar "conflicto" a un genocidio es grotesco. Contemplarlos agrediendo la inteligencia con sus títulos de "expertos", usando su conocimiento para tratar de convertir la víctima en agresor y viceversa da náuseas. El "embajador" Julio César Pineda –parece que el ejercicio casual del cargo lo llevan como la piel- se empeña en proclamar, al mejor estilo del jefecito "inteligente" de guashinton, que Israel es una pobre víctima del terrorismo de Hammas y Hezbollá. Olvida este ideal de la diplomacia que calificar a los movimientos de resistencia como terroristas obligaría a calificar de igual manera al movimiento sionista en Palestina ¡que bastantes bombas puso! Incluso debería considerarse "terrorismo" la lucha que a lo largo de la historia protagonizaron Bolívar, San Martín o el mismísimo héroe de "su" patria de los sueños: George Washington.

El hombre es, con mucho, espléndido en sus manifestaciones, tanto en la grandeza como en la miseria. Unas veces toca el cielo y otras se hunde en el excremento, como esos gérmenes anaeróbicos que no resisten el oxígeno. La vocación de grandeza tiene sus límites en la propia naturaleza, la tendencia a la miseria pareciera no tener límite. Lo que el mundo y los venezolanos en particular estamos viendo es prueba de ello. ¿Cómo puede guardarse silencio ante la muerte de niños y niñas inocentes? ¿Cómo no conmoverse ante la imagen de niños y niñas destrozados en un refugio? ¿Cómo una institución como la Iglesia Católica –por ejemplo- no alza la voz así sea por disimulo? ¿Dónde están los monseñores Lücker, Pérez Morales, Porras & CIA, a quienes tanto les dolieron otras muertes? ¿Hipocresía? ¿Carnaval de las miserias?

Repugnante, asqueroso e imperdonable, el hecho de que, emponzoñados por un odio visceral hacia un hombre y un proceso, opten por apañar el crimen si con ello satisfacen sus bajos instintos. ¡El fin justifica los medios! Esa forma mórbida de simular humanidad cuando les conviene no es más que una concesión a la ambición más grotesca. Por algo es tan admirado Maquiavelo por esta caterva. Sus virtudes esenciales son el engaño y la mentira. Disfrazados de bienhechores, sólo defienden y les importan sus privilegios. ¡Canallas! Toda sociedad tiene su cuota de canallas y en la nuestra sobreabunda.

Les atrae la muerte con magnetismo irresistible. No pueden esconder –a pesar de ser simuladores de oficio- la felicidad que les causa el dolor ajeno. Como decía Schopenhauer: "Todo rostro humano es un jeroglífico que puede ser descifrado y cuyo alfabeto llevamos en nosotros mismos. Los gestos dicen más sobre un hombre que sus palabras" ¡Cómo fracasaríamos si creyéramos que son lo que aparentan! A pesar de la educación en el control de sus reacciones emotivas… ¡cuánta alegría en los ojos cuando anunciaban o comentaban la enfermedad de Fidel Castro! ¡Cuánta complacencia al reseñar los ataques a los "terroristas" de Hezbollá! ¡Qué hienas miserables son! ¡Cuánta pobreza bajo esa solemnidad clásica! Especialmente Globoterror, un canal que pertenece a un árabe y que lleva la bandera del desprecio contra su misma raza. Me pregunto… ¿tendrán los periodistas y locutores conciencia de lo que hacen?

Por, Martín Guédez

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