12 noviembre 2011

LA CULTURA DEL ESTADO...

o el estado de la cultura

ADVERTENCIA: Un poeta no puede sentarse a la diestra de los dioses, ni a la siniestra del demonio. No puede tener miedo a la aurora de un nuevo día. No puede ser adulador de un hombre, secta, imperio o gobierno, so pena de convertirse en miserable excremento. En definitiva, un verdadero poeta, entre la vida y la paz... siempre se decidirá por la vida.


Por: Fredy Ramón Pacheco

Podríamos deducir que no se puede estar con dios y con el diablo cuando de Cultura se habla. Y en este caso todos los Poderes del Estado están involucrados en los procesos culturales que determinan el desarrollo humano del individuo y del individuo en la sociedad.

En el caso CULTURA cuando decimos “todos los poderes” es ciertamente en la acepción más universal, considerando al Estado como el conglomerado de entes y entidades funcionales o disfuncionales que integran el espectro regional y sus relaciones con los procesos evolutivos de la naturaleza. Entonces decimos que la cultura es el Poder total que rige la conciencia del mundo.

No hay cabida para sutilezas del lenguaje, exquisiteces en la exigencia de derechos, menos para reverencias incondicionales, en nuestras naciones latinoamericanas, donde los gobiernos de todas las épocas, de facto o elegidos por el Estado en singulares escaramuzas electorales multicolores, han considerado la cultura como peligrosa, justamente porque es la única manifestación popular que permanece “viva”. Y porque ningún gobierno producto de la decisión sectaria, grupal, dictatorial o por decretos porcentuales, puede entender y mucho menos generar, crear cultura para el beneficio íntegro de esa universalidad que es el Estado. Primera conclusión: todos los funcionarios públicos son chatos culturales. (Si había algún “culto” o “letrado” que fue asimilado, incorporado, cooptado por el gobernante de turno, desde ese momento pasa a ser un servil incondicional de los intereses personales o de grupo de quien ahora…lo gobierna. De culto pasa a ser empleado del gobierno).

El concepto sobre cultura “de diccionario” que tienen los gobernantes es un mediano concepto, pero aprovechable para intereses de una gestión populista. Aquí vemos forzados a aquellos hombres cultivados alguna vez, con un criterio amplio, creador, como por su condición de servicio son llevados a adoptar un concepto genérico sobre cultura, para justificar la continuidad de una estructura política negadora de las concepciones estéticas que deben promoverse, para insertar la población a los procesos civilizatorios; sencillamente porque no le interesa enfrentar lo verdaderamente cultural con el Estado. Porque los artistas si quisieran hablar con libertad, o sobre ella, por ejemplo, y no necesitaran los condicionamientos del subsidio del Estado para “hacer cultura”, la primera propuesta sería “panfletaria, ociosa, irreverente, inmadura y sobre todo alineada en sus expresiones con las propuestas populares”, porque “los prejuicios” contra la cultura del Estado no son gratuitos.

La historia de traumas y desintegración de los factores culturales del pueblo, son hartos como para no tener esos prejuicios; y el continuismo anacrónico de la política en nuestros Estados, iguales colores y banderas con diferentes rostros pero los mismos anacronismos institucionales y culturales. Y hoy con esta nueva modalidad de Dictaduras con máscara de democracia; esa muy novedosa fórmula encontrada por el gorilismo de nuevo cuño, para eternizarse en el Poder, coartando, cercenando las aspiraciones públicas, subestimando las iniciativas de sus pueblos, sodomizando con el mesianismos más burdo y despreciable la voluntad popular, no es para cruzar las manos y creer que algo va a ser diferente. Hoy el estado de la cultura es agónico, la libertad de y para la creatividad humana: El cultivo del espíritu, está en vías de extinción.

¿Alguna diferencia o similitudes entre la cultura de un Estado fascista, capitalista, socialista?

No hay diferencias. Simplemente no hay cultura. El estado de la cultura en esos regímenes con vocación y estructuras totalitaristas, donde el ciudadano tiene que ser “rojito”, o camisa parda, o Macdonalista, ni pro-ningún imperio, más que el imperio de su conciencia y que es su verdad. Un Estado que anule la capacidad de decisión del individuo es un estado deplorable y su pueblo solo se arrastrará miserablemente de sumisión por hambre o por inconciencia o por la fuerza de las condiciones socioeconómicas que someten su espíritu a los dictados del Poder del Estado al que está sometido.

Si hay similitudes, sin embargo: En todos estos Estados hay una gran masa humana en conflicto con el estado de la cultura, que lucha, se rebela y crea nuevos Poderes para la transformación de sus sociedades. Son las masas humanas, los pueblos que realmente construyen al hombre nuevo, el hombre libre pensador y actor del Estado: La libertad real del espíritu y la voluntad del individuo para decidir sobre su vida. El hombre debe ser educado por el Estado para LA LIBERTAD TOTAL Y ABSOLUTA QUE LE PERMITA CONVERTIRSE EN UN VERDADERO CREADOR.

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