Quien quiere cambiar todo, para que todo siga igual. El agente contrarrevolucionario es portador de la cultura neoliberal capitalista. Consciente o inconscientemente asume la racionalidad del capital, basado en leyes de la acumulación y la maximización del beneficio...
Por: William E. IzarraDe nuevo en coyuntura. La de ahora apunta al cambio de estructura. Cambio del Estado como estructura del sistema político y cambio en los instrumentos de participación popular. Ahora se aproximan dos eventos contundentes: (i) el Congreso Fundacional del PSUV y (ii) la aprobación de las modificaciones estructurales a la Constitución Bolivariana. Ambos eventos tienen sus opositores. Adversarios al Proceso Revolucionario, quienes una vez más, ejecutarán con fuerza sus planes para minimizar los efectos transformadores de la Revolución. En ambos eventos operará el mimetismo del contrarrevolucionario, disfraz que ataviado de rojo se oculta en la membrana todavía permeable de la Revolución.
A esos encubiertos hay que definirlos bien, para diferenciar su acción contraria a la revolución. Muchos de ellos ya han tomado posiciones de mando dentro de las estructuras del Estado. Por eso es que tenemos que asumir posturas políticas muy claras, ponderadas, densas, contundentes, a fin de neutralizar a quienes se enrolan en el saboteo del avance de la revolución venezolana.
¿Cómo identificamos a los contrarrevolucionarios? Antes que nada comprobemos las raíces políticas de ese elemento. Cuál ha sido su pasado más reciente. Si viene de la IV República y se pasó al chavismo, y ahora pregona el amor a la Revolución cuando antes condenaba el 4F. Pero también hay que examinar a quienes se autoproclaman revolucionarios de siempre.
La contrarrevolución es la gestión archienemiga de la revolución. Son polos opuestos, antagónicos, contrarios. Se repelen. El método de la contra-revolución se sustenta en la acción cupular, sostenedora de la estructura establecida por la democracia representativa. El agente de la contra-revolución no se detiene a aplicar los mandatos constitucionales para transferirle el poder al pueblo. Su objetivo es usufructuar el poder y así acaparar beneficios para sí mismo y para los suyos, dejando solo migajas, lo residual, lo insignificante, para el colectivo.
El agente contrarrevolucionario es portador de la cultura neoliberal capitalista. Consciente o inconscientemente asume la racionalidad del capital, basado en leyes de la acumulación y la maximización del beneficio, como la base de su gestión. Se acopla a la cultura social que engendran esas leyes, las cuales no buscan cambiar la estructura sino mantenerla. Por eso la acción de mando es solo reforma, reparos inocuos, sin cambio estructural. Por lo tanto, la acción reformista que emprende es generadora de alienación. Busca mantener la estructura heredada del puntofijismo, contribuyendo a que el colectivo pierda su conciencia crítica. Que no sepa que el poder es del pueblo, porque se vería obligado a entregarle el mando. Contrariamente a la leyes revolucionarias, el contrarrevolucionario engendra el clientelismo para que el pueblo no se ilustre, no cultive su capacidad de análisis creativo, sino que mantenga su nivel de pasividad y tolerancia. Que se conforme con los bienes materiales que recibe, por la vía del clientelismo, para satisfacer sus necesidades mínimas pero nunca capacitarlo para que asuma la dirección de la sociedad. Para que dirija la República.
Para el agente contrarrevolucionario, el pueblo no es un fin sino un medio. Su objetivo es satisfacer sus propias expectativas de poder y alcanzar riquezas individuales, haciendo uso de ese pueblo. No es su meta crear nuevas leyes que eliminen el clientelismo, ni fomenten la transferencia del poder al pueblo, ni que el gobierno sea instrumento de ese pueblo. El contrarrevolucionario es reformista. No rinde cuentas. No apoya el libre ejercicio de los Consejos Comunales ni que la comunidad ejerza la Contraloría Social, ni mucho menos sustentar la toma de decisiones bajo el método de las asambleas de ciudadanos. El contrarrevolucionario no entiende que ya es hora de que el PSUV no es clientelismo, sino instrumento al servicio de la comunidad para empujar y acelerar la emancipación popular en todas sus dimensiones. El contra-revolucionario no quiere trabajar por el cambio del Estado. No quiere que el pueblo sea quien tenga el poder. El contrarrevolucionario es un oportunista. Defiende al Presidente por conveniencia. No sigue la prédica de fomentar el poder popular, ni atender a los excluidos y desposeídos.
Por todo esto, después de reflexionar al respecto y sacar sus propias conclusiones, el pueblo tiene que saber quienes son los contrarrevolucionarios.
Tenerlos en la mira para que no se deje meter gato por liebre.Por: William E. Izarra
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Los comentarios sólo representan la opinión de las personas que los emiten. Son moderados y nos reservamos el derecho de publicación.