Una virtud que exige total coherencia, sin arrancada de caballo y parada de burro. Un artículo sobre el delicado momento de la disciplina revolucionaria. La disciplina es el alma de la tropa así como el valor; pero aquélla es más conveniente en una batalla general que éste. -Simón Bolívar-
Por, Martín GuédezUna gran camarita (YC) a quien respeto y aprecio me manifestaba hoy su preocupación acerca de ese punto clave para el éxito de las luchas como es la disciplina revolucionaria. Tiene razón la querida camarita cuando coloca este tema en el ámbito de sus preocupaciones en este momento. Invocar la disciplina revolucionaria puede tener diferentes lecturas y fines. En muchos casos esta se invoca para exigir borreguismo cuando la condición innata del revolucionario es la rebeldía. En otros casos el rechazo -quizás por esta misma razón- a la disciplina es fuente de desorden y bochinche. Tenemos que colocar la disciplina revolucionaria en su debido sitial y con ello despojar al término de su carga contaminada.
La disciplina revolucionaria es fundamentalmente autodisciplina del individuo a partir del objetivo colectivo. Esta debe ser la línea de conducta de un verdadero revolucionario en total coherencia entre su ortodoxia y su ortopraxis. Sin disciplina en la acción es virtualmente imposible vencer en el combate. Sin esta entrega libre y plena del objetivo personal al plan general es imposible alcanzar la calidad política de una vanguardia revolucionaria. Una vanguardia esencialmente irreverente en el debate pero rigurosamente disciplinada en la acción se encontraría dividida e incapaz de llevar adelante las tareas que exige el pueblo sin esta dura virtud.
Una vanguardia firmemente unida en el plano organizativo, de actuar disciplinado y coherente jamás será derrotada por el enemigo. La indisciplina conduce a la impotencia política. Para la revolución no existe otra estrategia que la construcción de una vanguardia capaz y disciplinada. Una Revolución Socialista no nace de la nada ni cae del cielo. Es la continuación de una larga experiencia de luchas a lo largo de la historia. Abrevar en esa fuente inagotable de sabiduría y experiencia es por tanto una necesidad de primer orden. Esa historia nos muestra cómo sin una vanguardia revolucionaria, sin una política, un programa y unos métodos correctos, las luchas van desgastando hasta la derrota. Sin un concepto pleno de la disciplina revolucionaria será imposible movilizar a las bases y pronto aparecerá el desencanto y el agotamiento.
Un cuadro revolucionario es alguien que, además de voluntad y resolución, posee una sólida formación política, experiencia y disciplina. Un cuadro revolucionario no sólo tiene que poseer una sólida formación teórica sino que debe ser excelente en la transmisión de ese conocimiento. No es quien más sabe o mejor habla sino quien mejor transmite y contagia los principios fundamentales de la lucha. La formación política se alcanza cuando se combinan armónicamente el conocimiento teórico con la acción revolucionaria y la disciplina para hacerlo.
Hoy, en este momento delicado, nos aproximaremos a esa virtud imprescindible para el combate que se llama DISCIPLINA. La disciplina es la capacidad de actuar ordenadamente para conseguir un fin. Sin brinquitos y sin esos consabidos…sí… pero… Es más valiosa la virtud cuanto más calladamente se ejerce. Es una virtud que requiere madurez, humildad verdadera, autoexigencia, ir en contra de lo que nos provoca, incluso de lo que a priori pensamos. Es morderse el deseo y hacer lo que se debe hacer con una sonrisa en los labios. Y es que la disciplina no tiene nada que ver con el borreguismo. No son los ojos tristones del borrego sino la mirada altiva del revolucionario la que acompaña el SÍ disciplinado.
Es claro que lo primero a tomar en cuenta debe ser tener conciencia del objetivo que se quiere para lograrlo con inteligencia, eficacia y disciplina. Ser eficaz es la capacidad de producir resultados. No basta hacer mucho o esforzarnos con denuedo, se requieren los resultados. Si se llega a ellos sin despeinarse… ¡mejor! Lo que no se puede tolerar es que quien demande disciplina estimule cada día acciones que luego llamará "anarquía"
La disciplina consciente es una virtud armónica y suave, como la Estación de Invierno de Vivaldi. ¿Por qué? Porque cuanto logramos ocurre sin disturbios, sin crispación, sin alteraciones, convenciendo con nuestra actitud aún a los más desconfiados. Por eso la disciplina es también un imprescindible valor para integrar comunidad. No podemos, con arrogancia y soberbia –pensar que tenemos la razón cuando algo nos dice lo contrario es justamente eso- introducir crispación donde debe reinar la armonía. De hecho esto es grave porque quien que nos oye o rodea puede ingenuamente equivocarse. Puede que al final nos devolvamos de nuestra arrogancia pero dejemos dolorosamente "enganchados" a muchos camaradas que creyeron en lo que dijimos; justo como hemos visto en estos días. De modo que menos blablabla, menos arrogancia e invitaciones al actuar de los colectivos para luego -como el aprendiz de brujo- recular porque conviene. Quien hace lo que quiere no hace necesariamente lo que debe, por más que se lo crea y lo diga
. Lo revolucionario es hacer revolución y punto.¡¡¡A DESALAMBRAR!!!
¡CON CHÁVEZ TODO, SIN CHÁVEZ NADA!
¡La lucha es larga, la victoria es nuestra!¡VENCEREMOS!
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Los comentarios sólo representan la opinión de las personas que los emiten. Son moderados y nos reservamos el derecho de publicación.