o recordando a don Francisco Herrera Luque.
Antonio José de Sucre fue uno de los héroes de la independencia latinoamericana más laureados y admirados. Se destacó como militar en las numerosas victorias que logró en los campos de batalla evidenciando su talento innato para dirigir tropas.
Recopilación,
Por Manuel Taibo
No hay figura humana, magnánima y de mayor talla espiritual en nuestra historia, que la de Antonio José de Sucre, el más y eficaz colaborador del Padre de la Patria. Su vida sin embargo, estuvo signada por la fatalidad, gran parte de su familia pereció durante la Guerra de Independencia, y en especial cuando Boves tomó a Cumaná.
Nuestros bravíos caudillos independentistas, hombres de pelo en pecho y de salvajes maneras, sentían antipatía por aquel joven bien educado y afable por más que fuese de un valor a toda prueba, además de un estratega genial. De ahí que el general Francisco Bermúdez, su antítesis en todos los sentidos, comentase acremente cuando fue enterado de la gran victoria de Ayacucho: ¡Como serán de flojos los españoles del Perú, para que Antoñito Sucre esté ganando batallas!
Pocos meses antes de la muerte del Libertador, Sucre fue asesinado vilmente en una conjunción de intrigas políticas y amorosas. El general Barriga, implicado en el crimen casó después con la hermosa Marquesa de Solanda, la viuda de Sucre.
Poco después, asomado al balcón con la hija del Mariscal en sus brazos, Barriga, por accidente que se supone fortuito la dejo caer, con la muerte consiguiente de la niña. Nunca pensó el Libertador que aquel joven de treinta y cinco años, a quien eligió por sucesor, terminaría trágicamente en tan breve lapso al igual que su única hija.
Mejor lo vislumbró una hechicera del alto Perú cuando en marcha triunfal llegó a Chuquisaca:
Hechicera:
— No me gusta el nombre que te han dado.
Sucre pregunta:
— ¿Y qué tiene de malo mi nombre? ¿Es que hubo un Antonio o un José que mal te hiciera?
Hechicera:
— No me refiero al nombre que te dieron al nacer, hablo del que te concedió la victoria. Hablo de Ayacucho.
Sucre:
— ¿Y qué tiene de malo el nombre de Ayacucho? ¿No fue acaso en ese sitio donde derroté a los españoles para que los americanos fuesen libres? ¿No te parece glorioso el nombre de Ayacucho?
Hechicera:
— ¿Sabes acaso lo que significa en Quechua Ayacucho?
Sucre:
— No, por dios. ¡Decídmelo presto!
Hechicera:
— Lugar de los muertos. Te han elegido Mariscal de las sombras vacías. Tu lugar estará pronto entre ellos.
Ha tres años de aquel glorioso desfile militar, donde los delegados del alto Perú decidieron llamar Bolivia a la nueva república eligiéndose a Sucre por Presidente, una insurrección cuartelaria el mismo día que casó por poder lo echó del país, mal herido y desesperanzado.
“Y para terminar esta historia de augurios y hechos sorprendentes es rigurosamente histórica esta anécdota que nos cuenta Rumazo González. Se encontraba el general Obando, el principal victimario de Sucre, agonizando en el campo de batalla cuando movido por sus creencias religiosas solicitó la presencia de un confesor.
El sacerdote, un joven venezolano, luego de oír la confesión, del que también fuese presidente de Colombia, tuvo una fugaz vacilación, que no escapó a Obando, antes de pronunciar las palabras rituales: ¡ego te absolvo!
Obando:
— Padre, dígame una cosa, ¿por qué estaba tan contrariado al oír mis pecados? ¿Es que no los ha oído peores en hombres de mi condición?
Sacerdote:
— Tranquilízate hijo, y prepárate a entregar tu alma al creador. Reza conmigo mientras te quede aliento.
Obando:
— Os parecéis demasiado a... ¿Cual es vuestro nombre?
Sacerdote:
— Antonio José de Sucre. Soy sobrino del Gran Mariscal de Ayacucho.
Obando:
— ¡Perdonadme dos veces, padre!
Sacerdote:
— Descansa en paz, hijo mío. Te perdono en su nombre y en el mío...
CITA DEL LIBERTADOR:
- Si yo hubiese conocido las virtudes intelectuales de Sucre en esa época en que crucé los Andes, tengan ustedes la seguridad de que hubiese sido él, y no Santander, mi lugarteniente y otra sería la historia de estos pueblos.
- Confiar demasiado en Santander fue mi perdición. La experiencia, que yo no tenía entonces, demuestra que, si con Bruto ni a misa, no suelen ser muy leales los hombres con ambición y talento.
- Tan sólo he conocido uno, que fuese excepción a esa regla. Se llamaba Antonio José de Sucre Alcalá.
Recopilación,
29/08/2014
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