Hace más de cuatro años y medio que fueron derrumbadas las Torres Gemelas de New York y atacada el Pentágono en la capital norteamericana, 11 de Septiembre de 2.001, estos actos de terrorismo fueron muy lamentables porque en ellos murieron más de 2.800 personas inocentes. Lo ético y humano es que en los problemas entre naciones, sobre todo en las acciones donde se usen armas y se pretenda eliminar personas, no se incluya a la población civil de ninguno de los bandos, pero como hay que pensar que esas decisiones están llenas de odio, ellas serán contempladas como un elemento táctico de presión contra el adversario, recordemos el genocidio ocurrido con los pueblos de Hiroshima y Nagasaki, por lo que un ataque a la población civil siempre será tomada como el blanco preferido por los gobernantes o jefes insensibles y sin escrúpulos por la sencilla razón de representar ella la parte más débil del enemigo; y después de la indiscriminada matanza, esas muertes son expuestas por el responsable de haberlas ocasionadas, cínicamente, como lamentables daños colaterales.
Son los organismos de inteligencias de cada país, o de cada grupo subversivo, los que estudian muy concienzudamente el efecto que cada acción terrorista pueda traer, por lo que siempre tienen en mente la obtención de los mayores logros pernicioso en lo físicos y psicológicos en los pobladores de un lugar y así ufanarse ante el gobierno a quien sirven. Se sabe que desde hace bastantes años existe en los Estados Unidos de Norteamérica una poderosa y tenebrosa organización de inteligencia que tiene sus agentes de información dispersos en casi la totalidad de los otros países y ellos habitualmente son enviados como delegados diplomáticos para que por el trato amable que le da el gobierno anfitrión a estos personajes hacerlos, prácticamente, invisibles dentro de la nación que espían.
La dependencia gubernamental encargada de su funcionamiento, cariñosamente llamada por sus propios funcionarios como LA COMPAÑÍA, o simplemente LA CIA, se activa de forma agresiva cuando algún mandatario de cualquier parte del universo no cede a las pretensiones que tratan de imponerle y es en esa ocasión cuando aparece el jefe de aquel organismo para decir, sarcásticamente, que la acción de sus muchachos no configura ningún atropello contra nadie sino que su participación constituye un servicio gratuito de protección y cooperación para fomentar la libertad y la democracia en el mundo. Esa concepción filosófica de la CIA les permite calificar a cualquier gobierno como peligroso para su propia seguridad y basado en ello, LA COMPAÑÍA cree tener el derecho de proveer dinero y armamento a grupos de ciudadanos de aquellos países buscando crear disturbios y desestabilización a esos gobiernos con la esperanza de que caigan; pero si fallan, abiertamente condenan a esos países según su único albedrío y entonces manipulan hábilmente los hilos políticos de su propio gobierno para el envío de algún contingente militar que los invada, sin importarles mucho la destrucción material y de vidas humanas que se ocasionen; actualmente esas acciones son llamadas “ataques preventivos”.
Estimado lector, ponga mucha atención a lo siguiente, si nos basamos en los innumerables antecedentes escabrosos que se le atribuyen a esa agencia central de inteligencia, no es descartable se descubra en algún momento que por buscarse un notorio pretexto que apresurará el plan invasor a los países islámicos, Afganistán e Irak, esa aviesa institución estuviera involucrada directamente en aquellos horribles hechos ocurridos en su propio suelo. LA CIA es un organismo de actividades secretas, cubierta por un manto de oscuridad para la ciudadanía estadounidense; de manera que por tal condición aquí cabe perfectamente la frase que nuestro Libertador Simón Bolívar expresó: A LA SOMBRA DEL MISTERIO NO TRABAJA SINO EL CRIMEN.
José M. Ameliach N.
Mayo de 2.006
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