No permitamos que el árbol nos tape el bosque - Un artículo necesario sobre el momento de reflexión que estamos viviendo.Los fracasos son huérfanos y los éxitos siempre son hijos de mil padres y madres. No haber conquistado para la revolución bolivariana las alas de la Reforma significa –al menos- condenarla a caminar trabajosamente sobre caminos empedrados y llenos de peligros que debieron haberse evitado.
Por, Martín Guédez
Un cuento árabe relata que unos ciegos quienes no sabían como era un elefante le rogaron a un señor permitirles tocarlo para saber como era. El primero tocó el cuerpo del elefante y exclamó "ya se cómo es, un elefante es como una pared poco lisa" El segundo se acercó y le tocó una pata y dijo…"no es cierto, el elefante es como un árbol" El tercero le toca el comillo y gritó "¡mentira, mentira!, mis manos me dicen que el elefante es como una lanza" El cuarto le tocó una oreja y dijo "están ustedes equivocados. Yo lo he tocado y estoy seguro de que el elefante es como un abanico"… bueno… y así pasan los seis, cada uno dijo la verdad, al menos dijo su verdad. Cada uno de ellos asumió con propiedad que el elefante era como ellos lo habían comprobado, el error es claro…sólo captaron una parte del elefante y para verificar realmente como es habría que verlo o sentirlo completo, de la trompa al rabo y preferiblemente a cierta distancia.
Los fracasos son huérfanos y los éxitos siempre son hijos de mil padres y madres. No haber conquistado para la revolución bolivariana las alas de la Reforma significa –al menos- condenarla a caminar trabajosamente sobre caminos empedrados y llenos de peligros que debieron haberse evitado. Así que el no haber conquistado la posibilidad de la reforma es un fracaso. Por fortuna, contamos con un hombre excepcional que no deja que le arrebaten paternidades incómodas. El Presidente ha sido el primero en asumir su cuota de responsabilidad. Lo atribuye el comandante a un error estratégico en la percepción del momento. ¡Qué duda cabe!, los procesos ocurren en el marco de un tiempo y un espacio de tal manera que una errónea percepción del tiempo estratégico puede convertir un viraje o una aceleración en un desastre. Aplausos para el comandante; sólo quienes están dispuestos a asumir sus errores brindan garantía de éxito.
Resulta que el Comandante –a pesar de la naturaleza tan atípica de nuestra revolución que lo hace no sólo el líder indiscutible sino una especie de oráculo hacia el que todos miramos para asumir posiciones- no está sólo y somos –debemos ser- muchos quienes tenemos nuestras cuotas de responsabilidad. Hasta ahora he visto reacciones muy parecidas a las del cuento árabe; cada quien mira para otro lado, encuentra causas –existentes, por cierto- en unos ámbitos, así como soluciones en otros según un marcado tufo a conveniencia.
Así, he leído reflexiones que atribuyen el fracaso a la política comunicacional, por cierto, viviendo su mejor momento al menos en RNV, algo que me consta, aunque aún existan programas reactivos, sin profundidad ni propuesta en algún que otro medio nuestro, "levanta muertos", como señala Néstor Francia; otros centran sus observaciones en la conducta –en algunos casos inmoral- del funcionariado gubernamental –nacional, estatal, municipal, etc.; otros encuentran la piedra filosofal en el desorden ideológico y organizativo, así como el secuestro de este nonato partido por parte de factores del poder constituido; algunos –yo entre ellos- ponen el dedo en la llaga del vacío de conciencia de clase, firme, sólida y activa, en buena parte de un pueblo que se ha relacionado con el poder –en muchos casos- bajo los mismos esquemas en que lo hacían con los otrora poderosos adecos, es decir, adhesión en tanto lluevan logros, becas o migajas. Otros… ¿sigo?...creo que es suficiente, ¿verdad?: cada uno es una parte del problema, una parte del elefante, pero ni es el problema ni es el elefante.
Lo primero –no lo digo yo, sino que lo decían Simón Rodríguez o el Che- es que para hacer revolución se requieren revolucionarios y para hacer una revolución socialista se requieren revolucionarios socialistas. De modo que, permítaseme una suerte de minimalismo, un pueblo con clara conciencia de clase no es confundido por sus enemigos así se vistan de Caperucitas, le canten canciones o le vengan con lagrimitas. Un pueblo con conciencia no se "desencanta" por el antitestimonio de un camarada disfrazado, o diez o los que sean; un pueblo con conciencia sabe detectar y combatir al enemigo externo o interno, pero no se desencanta, y no se desencanta porque su conciencia está forjada como el acero; un pueblo con conciencia derrota en batalla de irrenunciables principios a camaleones o "poderosos", tengan estos el poder que tengan; un pueblo consciente reconoce y ubica con claridad al enemigo, no lo confunde con gente confundida, sabe que es lo que determina pertencer a la clase explotadora y quienes, aunque hayamos fracasado en llegarles, no son los enemigos; un pueblo consciente sabe que Venezuela no tiene cuatro o cinco millones de oligarcas; un pueblo consciente posee el talento estratégico y teórico necesario para no confundirse ni ser confundido; un pueblo consciente es un pueblo invencible. ¡¡¡Díganlo ahí...cubanos y cubanas!!!
De modo que la primera gran urgencia, la que nos librará de corruptos, farsantes, campañas mediáticas imperialistas, manipulaciones y hasta de la gripe y los juanetes si es menester, reside en la SIEMBRA DE LA CONCIENCIA y no en la búsqueda de culpables cuando no se sabe si no es pesca en río revuelto. Los pasos que se vayan dando en orden a transformar la infraestructura económica serán pasos al vacío si no se realizan con el concurso de un pueblo consciente. El Tercer Motor de la Revolución, Moral y Luces, es vital para impedir nuevos fracasos. Hay que formar el hombre y la mujer que protagonicen con eficacia, alegría y hasta elegancia, la vida comunal y sus desafíos. Un revolucionario consciente hubiese encontrado otras maneras de oponerse al burocratismo, a la corrupción, al farisaísmo o la vagabundería, distintas a la de no ir a votar y ser cómplice en una puñalada a la Revolución querida. ¿O es que alguien cree que los cuatro millones y medio que fuimos a votar no tenemos problemas? A un revolucionario o revolucionaria consciente no lo confunden campañitas de propaganda, niñitos manos blancas, ni mil Albertos Federicos y toda su jauría; tampoco la escasez de algunos alimentos o los índices de inseguridad, simplemente porque está claro y conoce sus causas. Si deseamos comprobar esto que digo, miremos hacia el pueblo cubano. Ahí está…hace casi medio siglo, aguantando estoico y firme: bloqueo de bienes de consumo, campañas de propaganda, terrorismo…todo… absolutamente todo y véanlo como responde en la defensa de su revolución… veámosle y asumamos ese ejemplo. Si queremos Socialismo forjemos socialistas de conciencia comenzando por la coherencia de vida.
Por, Martín GuédezOiga y participe del programa
"El Socialismo de las Cosas más Sencillas",
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