La ambición, la intriga, abusan de la credulidad y de la inexperiencia de hombres ajenos de todo conocimiento político, económico o civil; adoptan como realidades las que son puras ilusiones; toman la licencia por Libertad, la traición por Patriotismo, la venganza por Justicia. Semejante a un robusto ciego que instigado por el sentimiento de las fuerzas marcha con la seguridad del hombre más perspicaz y dando en todos los escollos no puede rectificar sus pasos.Simón Bolívar
Cayó la revolución: ¡Abajo Chávez!.- Una vez más, triunfó el sentimiento de la sociedad civil venezolana. Lamentablemente, tuvo que registrarse un sangriento saldo de unos 23 muertos y más de un centenar de heridos en Caracas para que el teniente coronel Hugo Chávez Frías entendiera, de una vez por todas, que el vanagloriado proceso revolucionario no era precisamente la mejor dosis para conducir el destino de Venezuela. El detonante de la esperada salida de quien juraba estar en el poder hasta el 2021, fue un nombramiento inadecuado de la más alta línea gerencial de Petróleos de Venezuela (PDVSA). Esta situación impulsó a una élite de la industria a manifestar su descontento por el irrespeto a la meritocracia, pero también a rechazar la politización de la empresa, hecho que ya ocurría en otras instituciones, bajo la "doctrina" de los nombramientos a dedo. Este conflicto, que día a día cobraba mayores adeptos, logró captar el apoyo de la Confederación de Trabajadores de Venezuela (CTV) y Fedecámaras, al igual que un número creciente de diversos sectores del país decididos a sacrificarse, al extremo del llegar a una huelga general indefinida. Una consigna ganó fuerza: “Ni un paso atrás”, mientras que el eco de “se va, se va, se va” no dejaba de escucharse. Finalmente, una inédita y multitudinaria concentración pacífica, nunca antes vista en la historia de la tierra de Simón Bolívar, arropada con banderas del tricolor nacional, clamaba la salida inmediata del principal abanderado de la intentona golpista que sacudió la nación el 4 de febrero de 1992 y que llegó a la principal silla del gobierno un 6 de diciembre de 1998, producto de un gran descontento de los venezolanos. Pero a la espera del clamor de unos 50 mil manifestantes, se encontraban unos grupos defensores del oficialismo, bautizados por el propio Chávez como círculos bolivarianos, dispuestos a vaciar sus armas de fuegos sobre quienes no dudaron en defender la democracia del país. Mientras que Chávez afirmaba ante la población, en una cadena nacional transmitida sólo por el politizado canal de Estado, pues sacó del aire la señal de las televisoras privadas, que el país marchaba con “absoluta normalidad”, sus fieles seguidores levantaban una verdadera batalla campal a las afueras del propio Palacio de Miraflores, impregnada por su tono verbal de fondo gracias a unos parlantes que transmitían su alocución, mientras hacía alarde de sus “aciertos” dentro de la cuestionada gestión. Caía la tarde y Caracas ya estaba bañada en sangre, de luto, cobrando la atención de la esfera internacional, pero con la firme convicción de que el provocador de semejante panorama tendría sus horas contadas en la Presidencia de la República. Así fue. Sus propios compañeros de formación: líderes de los diferentes componentes de la Fuerza Armada Nacional (FAN); no apoyaron el atroz desenlace de la más contundente voz de protesta que en Venezuela alguna vez se hubiera escuchado. Este pronunciamiento, sin hambre de investir la primera magistratura con un uniforme militar, puso en evidencia que los cuarteles sí sonaban desde hace rato, y que los primeros cinco uniformados rebelados no eran consecuencia de un “goteo”. Comenzaba la cuenta regresiva del teniente coronel, quien tan sólo unas 48 antes advertía que se había pasado nuevamente la espada para la mano izquierda; no obstante, gritaba a los cuatro vientos que su proceso continuaba su ritmo “a paso de vencedores” y que nadie soñara que él iba a abandonar la Casa de Gobierno. Pero la realidad despertó. El sentir de la mayoría, y no de la minoría como despectivamente sostenía, ganó la incesante confrontación. Hugo Chávez renunció. Su arrogancia y soberbia quedaron en el pasado, a la suerte de un tribunal, probablemente. Hoy, Venezuela está a la espera de saber quiénes acompañarán a Pedro Carmona Estanga en el venidero gobierno transitorio, previo al comienzo de un nuevo escenario, cuyos protagonistas deberán abrirse paso en medio de las secuelas dejadas por la que desde este 11 de abril es una extinta revolución bolivariana. ¡Venezuela, unida, jamás será vencida!
Fuente: http://elobservador.rctv.net/Noticias/VerNoticia.aspx?NoticiaId=120948&Tipo=14
¿Valió la pena la inmolación de 123 venezolanos para un poco más de 72 horas de gobierno de los “Amos del Valle”?...
¡¡¡No tomarán al pueblo descuidados una próxima vez!!!…
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