Elías Pino Iturrieta, en artículo reciente, intenta presentar a Teodoro Petkoff como un hombre para el futuro. Es un suelto que expresa los deseos de los factores de poder que dominaron la vida política del país, a pesar de la presencia de otros nombres mejor colocados en la opinión pública. No basta una línea de razonamiento lógico para colocar un hombre y un modo de vida del pasado como protagonistas del presente, y menos del futuro. Teodoro -como lo puedo ser yo- es un personaje del pretérito, y lo que representó, incluyendo su viraje político, pertenecen a esa etapa de la que solo quedan huellas, imposibles de reconstruir en una nueva materialidad. Nuestra realidad ha cambiado, incluso desde la perspectiva generacional. La gerontocracia (gobierno de los viejos) que controló el quehacer nacional, representada por hombres como Arturo Uslar Pietro, Gonzalo Barrios y Rafael Caldera, a la sombra de los cuales se desarrolló el prestigio de personajes como Teodoro -o yo mismo- se extinguió para darle cabida a una paidocracia (gobierno de los jóvenes), con la impulsividad que caracteriza esta etapa de la vida. El papel que nos corresponde ante esta nueva realidad, sí acaso se nos asigna alguno, es él de proporcionar nuestra experiencia y posible sabiduría para reducir la intemperancia propia de la inmadurez.
Lo mismo ocurre con las instituciones, que fundamentadas en el liberalismo, y su extremo, el jacobismo izquierdista, dominaron la modernidad, incluyendo nuestro ámbito nacional, nunca incorporado totalmente a esta etapa de la historia humana que logró la integración del planeta. Todas ellas, desde la familia hasta el intento de establecimiento de un gobierno mundial, expresado en la ONU, han perdido funcionalidad en el momento actual. La revolución originada por la ruptura del paradigma determinista que caracterizó la ciencia, con todos los portentosos desarrollos tecnológicos, alteró las relaciones sociales de un modo tal que es imposible restituirlas a su estado anterior. Y lo que sucede en Venezuela es parte de esa revolución. Pretender equipararlo con fenómenos pasados, incluso relativamente recientes como lo fue la Revolución Cubana, no es únicamente ilógico sino que es grotesco. Obviamente, no se está frente a un nuevo estado de cosas. Como nos enseña la física quántica, estamos en una superposición de estados. Una situación de transición entre la energía que dio lugar a la materialidad que se transforma, y la nueva realidad. El intento neoconservador que hoy reacciona ante el cambio, como lo demuestran los hechos, no tiene probabilidades de imperar.
Si el deseo de Pino Iturrieta es desprestigiar el nuevo socialismo, asimilándolo al pasado que enterró Stalin, su intento es vano. Esta nueva corriente, aun en transición, es una de las fuerzas que están contribuyendo a perfilar lo que será el futuro de la humanidad. Los hechos de Seatle, Davos, Washington, Gotemburgo, etc., y el “trilateralismo” neoliberal, son los marcadores de las nuevas relaciones políticas, económicas y sociales que perfilaran el futuro de la humanidad. Un futuro en el cual no participará la generación de Petkoff y, donde las viejas instituciones de la modernidad liberal no tendrán cabida.
alberto_muller2003@yahoo.com
Nota de JotaDobleVe) Al perfilarse este personaje como candidato único de la oposición cuarto republicana habría que plantearse de nuevo una serie de hechos que parecen olvidados, a saber: La "Gran Carrera" de El Encanto; el asunto de revivir a su mamá; el como fue el nacimiento de GooebelsTerror y de su pasquín; que tiene que ver un acto de corrupción con dólares preferenciales y un tal viaje a Europa con todo eso...
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