No juzguen a nadie, para que nadie los juzgue a ustedes. Porque tal como juzguen se les juzgará, y con la medida que midan a otros, se les medirá a ustedes. -San Mateo 7, 3-5-
Por: Gustavo E. Etkin.
Era un grupo de amigos que una vez por semana se encontraban en un café del centro. Hablaban de las varias minas que tenían o querían tener. De política. De cosas que pasaban en el mundo.
Era la época de la 2da. Guerra Mundial. Cuando los alemanes bombardeaban Londres, lo que para ellos y la mayoría era un sorprendente escándalo. Porque, como decían, hasta ahora las guerras se hacían entre soldados y en campos de batalla. Nunca se hacía guerra contra civiles. Nunca se mataban mujeres, viejos y nenitos en las ciudades. Hasta que una vez los yanquis tiraron bombas atómicas en dos ciudades: Hiroshima y Nagasaki.
Con lo que mataron muchas más mujeres, viejos y nenitos que los alemanes cuando bombardeaban Londres.
Lo que en el grupo fue causa de un conflicto. Unos decían que fue un crimen de guerra mucho peor que lo que había sido el regular bombardeo a Londres. Otros, al contrario, que fue necesario para terminar la guerra. A los que les respondían que, precisamente eso es lo que podían haber pensado los alemanes cuando bombardeaban Londres. Mataban nenitos, mujeres y viejitos para que los ingleses se rindan y la guerra termine. Era una crueldad necesaria. Como después fue tirar las bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki.
Así fue que los yanquis aprendieron algunas cosas de los nazis.
Por: Gustavo E. Etkin
Desde Bahía de San Salvador, Brasil.
Tomado de: ARGENPRESS CULTURAL)
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