en tu 86avo. cumpleaños...
“Ponte el capote, Fidel.
Fidel, el capote…
Bueno…, Fidel, llueve,
ponte el capote ¡ya!”
Por: Elisa Rando
ARGENPRESS 21/02/2008
Compañero Comandante:
¿Lo recuerda? Verdad Comandante, que ha de recordar usted aquel día.
El pueblo, su pueblo lo protegía. Época de lluvias y huracanes en La Habana. Esa tarde había lluvias. Los huracanes llegaron luego.
En la Plaza de la Revolución dialogan el pueblo y usted.
Estaba naciendo, aquel 4 de febrero de 1962, en la Plaza de la Revolución, la Segunda Declaración de La Habana. Nacía la Revolución Socialista, y Cuba asombraba al mundo.
Atrás había quedado Playa Girón, Sierra Maestra y el Escambray.
El tren blindado de Santa Clara. El Moncada. El desembarco del Granma. Y la Historia me absolverá.
Cuba siempre asombró a todos. Pero ese día, usted, en nombre de la dignidad de negros, blancos y mulatos, desde el corazón de La Habana, con el puño en alto, avisó al mundo entero que en la tibia cintura caribeña de América latina, despuntaba la Revolución de los pobres. De los iguales. De los que nunca habían usado zapatos, gastado calcetines ni, sentados a una mesa, comieron en un plato dentro de una casa.
Habló en nombre de los que alimentaban a sus hijos con tortillas de borra de café, vestían andrajos y dormían en bohíos en las tinieblas de la enfermedad y la ignorancia. Los guajiros de anchas manos.
Los desdentados sin escuelas, servidores humillados de los dueños del vicio, el juego y el ron para gringos delincuentes.
Los que morían sin saber de qué morían, como siempre habían vivido sin saber por qué vivían. Los que no sabían escribir ni el nombre de sus hijos, como nunca supieron escribir el nombre de sus padres ni el nombre de ellos mismos. Egoísmos de ignorantes poderosos del dinero, despreciaron siempre el poder de la fuerza del trabajo. Despreciaron la pobreza.
La Revolución triunfó para hablar en nombre de los nadie, de los que nunca fueron nada. Llegó para cobrarse con justicia cada una de las injusticias cometidas. Para cobrarse con cientos de médicos, maestros, escuelas, universidades, la ignorancia de infinitas generaciones olvidadas.
La Revolución había llegado a Cuba para quedarse. Para cambiar el corazón y la cabeza de su pueblo, pero también la de los oprimidos de todos los pueblos del mundo. Así, multitudes de explotados se dieron cuenta de que ese milagro no era asunto de altares ni del agua bendita.
Esa transformación es obra de la lucha. De la decisión de echarse a andar los caminos y encontrarse con el hambre, la corrupción, la entrega, la violencia, y decidirse a combatir hasta cambiar el eje de las viejas historias, transformando en dueños de sus vidas a los pueblos que siempre fueron objeto de vidas ajenas.
Usted, Comandante, no sólo condujo a su pueblo bajo la lluvia y el sol. Usted convocó a los pueblos de América, no al reparto de las conquistas, sino a organizarse para conquistar con sus vidas y sus muertes las condiciones para vivir una vida digna de ser vivida. No repartiendo sueños, sino creando realidades y transformando las bases económicas para construir sociedades justas, libres y solidariamente responsables.
Gracias Comandante por su vida. Gracias por su dignidad. Gracias también por haber sido compañero de luchas con el siempre querido Ernesto Che Guevara. Que lejos de recordarlo como argentino, lo señalamos como ejemplo en la tarea impostergable, larga tarea, que cambie la condición humana y logre al fin el Hombre Nuevo.
Seguiremos esperando sus mensajes para abrir brechas y cerrar injusticias bochornosas. En medio de tantos desencuentros, vejaciones, mistificación de ideas e ideales: verborrea empedernida, usted seguirá conduciendo el Granma de las conciencias y de la revolución verdadera. Del pensamiento y la acción de los pueblos y de los hombres del mundo que quieran de verdad ser libres.
La Historia lo ha absuelto, Comandante, hace ya muchos años. Y los pueblos de América y del mundo, en lucha, con el brazo en alto y de pie, le dan las gracias.
¿Lo recuerda? Verdad Comandante, que ha de recordar usted aquel día.
El pueblo, su pueblo lo protegía. Época de lluvias y huracanes en La Habana. Esa tarde había lluvias. Los huracanes llegaron luego.
En la Plaza de la Revolución dialogan el pueblo y usted.
Estaba naciendo, aquel 4 de febrero de 1962, en la Plaza de la Revolución, la Segunda Declaración de La Habana. Nacía la Revolución Socialista, y Cuba asombraba al mundo.
Atrás había quedado Playa Girón, Sierra Maestra y el Escambray.
El tren blindado de Santa Clara. El Moncada. El desembarco del Granma. Y la Historia me absolverá.
Cuba siempre asombró a todos. Pero ese día, usted, en nombre de la dignidad de negros, blancos y mulatos, desde el corazón de La Habana, con el puño en alto, avisó al mundo entero que en la tibia cintura caribeña de América latina, despuntaba la Revolución de los pobres. De los iguales. De los que nunca habían usado zapatos, gastado calcetines ni, sentados a una mesa, comieron en un plato dentro de una casa.
Habló en nombre de los que alimentaban a sus hijos con tortillas de borra de café, vestían andrajos y dormían en bohíos en las tinieblas de la enfermedad y la ignorancia. Los guajiros de anchas manos.
Los desdentados sin escuelas, servidores humillados de los dueños del vicio, el juego y el ron para gringos delincuentes.
Los que morían sin saber de qué morían, como siempre habían vivido sin saber por qué vivían. Los que no sabían escribir ni el nombre de sus hijos, como nunca supieron escribir el nombre de sus padres ni el nombre de ellos mismos. Egoísmos de ignorantes poderosos del dinero, despreciaron siempre el poder de la fuerza del trabajo. Despreciaron la pobreza.
La Revolución triunfó para hablar en nombre de los nadie, de los que nunca fueron nada. Llegó para cobrarse con justicia cada una de las injusticias cometidas. Para cobrarse con cientos de médicos, maestros, escuelas, universidades, la ignorancia de infinitas generaciones olvidadas.
La Revolución había llegado a Cuba para quedarse. Para cambiar el corazón y la cabeza de su pueblo, pero también la de los oprimidos de todos los pueblos del mundo. Así, multitudes de explotados se dieron cuenta de que ese milagro no era asunto de altares ni del agua bendita.
Esa transformación es obra de la lucha. De la decisión de echarse a andar los caminos y encontrarse con el hambre, la corrupción, la entrega, la violencia, y decidirse a combatir hasta cambiar el eje de las viejas historias, transformando en dueños de sus vidas a los pueblos que siempre fueron objeto de vidas ajenas.
Usted, Comandante, no sólo condujo a su pueblo bajo la lluvia y el sol. Usted convocó a los pueblos de América, no al reparto de las conquistas, sino a organizarse para conquistar con sus vidas y sus muertes las condiciones para vivir una vida digna de ser vivida. No repartiendo sueños, sino creando realidades y transformando las bases económicas para construir sociedades justas, libres y solidariamente responsables.
Gracias Comandante por su vida. Gracias por su dignidad. Gracias también por haber sido compañero de luchas con el siempre querido Ernesto Che Guevara. Que lejos de recordarlo como argentino, lo señalamos como ejemplo en la tarea impostergable, larga tarea, que cambie la condición humana y logre al fin el Hombre Nuevo.
Seguiremos esperando sus mensajes para abrir brechas y cerrar injusticias bochornosas. En medio de tantos desencuentros, vejaciones, mistificación de ideas e ideales: verborrea empedernida, usted seguirá conduciendo el Granma de las conciencias y de la revolución verdadera. Del pensamiento y la acción de los pueblos y de los hombres del mundo que quieran de verdad ser libres.
La Historia lo ha absuelto, Comandante, hace ya muchos años. Y los pueblos de América y del mundo, en lucha, con el brazo en alto y de pie, le dan las gracias.
¡Viva el Socialismo!
¡Viva Cuba! Patria o muerte: ¡Venceremos!
Este Artículo debería difundirse, sobre todo en estos momentos tan cerca de las elecciones del 2012 en Venezuela. Porque la gente suele confundir las cosas, he oído a obreros, enfermeras, secretarias, y en general a muchos, incluyendo médicos, que han olvidado su origen humilde, sus raíces, como que nunca han leído a Bertolt Brecht; que, por cierto, no era de origen humilde, parecería que no les hace falta, etc. Hablando de que votarán por Capriles Radonsky demostrando una vez más su falta de conciencia de clase. Cosa por lo demás muy triste y lamentable.
ResponderBorrarJMA
Es muy cierto, el pensamiento de Octavio Paz, inyección del veneno del miedo, por lo que las masas se vuelven peligrosas, interpretado en nuestra actualidad, la inoculación del terror, por medio de la guerra psicológica, que motorizan los medios de comunicación, en el mundo para atemorizar y tocar el sentimiento humano. Es el arma imperial y sus seguidores de aqui y allá, cuando el anónimo que antecede, hace referencia a quienes estando dentro de la clase explotada, excluida por parte de la burguesia, hablan de votar por C.Randosky, estos son víctimas de ese veneno, estáan poseídos por ese demonio, que obnubila su conciencia, son los que siguen ciegamente a ese poder mediático, que pasa los 365 días del año, difundiendo intriga, disociación, odio, e inventan campañas de miedo contra quienes, precisamente aupan cambios sociales en beneficio de las mayorias, es gente aplastada toda una vida, excluida, pero cautivada por medio del terror. Meten el coco del comunismo, del socialismo, del despojo de lo poco que puedan tener, les arrebatarán a sus hijos, el negocito, la casita o el ranchito, y lo creen atemorizados por los mismos que les han enajenado sus derecho de vivienda, salud, educaión, trabajo, justicia y paz.
ResponderBorrarEstimado Teodoro:
ResponderBorrarCompletamente de acuerdo con usted, la locura es tanta que llega a estos extremos:
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hay que observar la cara de placer del mente de pollo que porta el cartel...
El poder superior libre a Venezuela de caer en manos como esas...
JotaDobleVe