Ay mi amigo, mi aflicción no tiene medida, porque la calumnia me ahoga como aquellas serpientes de Lacoonte.Por: Carola ChávezSimón Bolívar
Si de hablar se trata todos tenemos boca, mas o menos pasa lo mismo con la escritura, que es como hablar con los dedos. Tenemos medios muy democráticos en donde exponer nuestras ideas, debemos utilizarlos, pero, pienso, que antes hacerlo hay que saber que no todo lo que nos pasa por la cabeza es una idea digna de ser publicada.
Hay mil razones para escribir y mil razones para pensar antes de hacerlo. En esta revolución, cuando escribimos, debemos tratar de construir con lo que decimos porque de hacer lo contrario acabaríamos pareciéndonos a los amigos de la oposición.
Opinar es un ejercicio democrático y, como tal, debemos ser responsables de las opiniones que emitimos. Si vamos a emitir un juicio el cuidado debe ser extremo, no vaya a ser que acabemos convertidos en una especie de Torquemada ¿moderno?.
No podemos hablar en nombre de la revolución en términos inquisitoriales, no podemos ir por la vida olfateando enemigos con la nariz congestionada, y entre mocos, acorralar con ladridos locos a cualquiera que nos parezca que no huele a lo que queremos que huela.
Resulta que es muy variado el pelaje de los revolucionarios, que esta revolución es nuestra, de las mamás que empujamos cochecitos, de los viejitos que que se quedan dormidos viendo Aló Presidente, de los niños que preguntan si Chávez es bueno, de los teóricos, de los luchadores ex perseguidos que ahora ven como todo no fue en vano, de los que hacen mucho y no dicen nada y de los que hablamos mucho y hacemos poco, de los que ponen el pecho, de los que ponen la cabeza, de los que ponen el lápiz, de los desde su casa alimentan a sus hijos con ideas de igualdad. De todos, de muchos es esta revolución.
Muchas veces he expresado mi preocupación por la rara competencia en la que parece que estamos: el concurso del revolucionario de oro, competencia en la que, paradójicamente, mi presi no tiene ni el mas remoto chance de ganar por no cumplir con los requisitos de vestiduras rasgadas, por no ser un perseguidor de sombras, por que no ladra a todo lo que se mueve, porque él es Chávez y no necesita demostrar a nadie que es mas chavista que si mismo.
No se cual es el trofeo que dan en ese concurso, pero creo que tiene mucho de alimento para el ego, soberbia y ganas de figurar, cosas que, al fin y al cabo, nada tienen que ver con una revolución bonita.
No se valora lo que uno escribe por la cantidad de lectores que que indica el contador que ponen abajito, al final del artículo que, amablemente, nos publican en internet. Los mejores artículos tienen pocas visitas comparados con los artículos de títulos escandalosos y contenido vacío. Títulos acusadores, amenazantes, a veces groseros, cuartillas y cuartillas que repiten los mismos comentarios sobre la misma gente, que ya sabemos quienes son y que hicieron y qué harán.
Con tanto que decir y se dice tan poco...
Yo no quiero dar lecciones de ética periodística, ya que no soy más que una mamá que escribe. Yo hablo como lectora, que se pasa la mañana pescando en un mar inmenso donde hay escasez de ideas. Donde las palabras necias generan una epidemia de oídos sordos, donde miles de letras sin sentido diluyen la importancia de lo que estamos construyendo.
Estamos inventando es una especie de prensa rosa política que, creo, que debemos denominar la prensa roja rojísima. Chismes, dimes y diretes, acusaciones sin fundamento, que le vi el ojo izquierdo a fulano y se notaba que miraba raro, que si el otro no dijo marxista leninista, que dijo socialismo indigenista, que eso no me gusta, que eso no te debe gustar, que te dije traidor, que ahora me retracto, que te lo vuelvo a decir así que cuidadito, que yo si soy un revolucionario porque mira como escribo sin miedo detrás de mi computadora y que me digan pío que voy y escribo mas.
Nuestras palabras pueden ser herramientas, armas de destrucción masiva o un mazacote de letras mudas que nos roban el tiempo y las ganas de leer. Vamos a ver que hacemos con ellas y con los espacios donde las publicamos, en favor de los lectores, de nosotros mismos y del café de mis mañanas que, últimamente, como que no me sabe muy bien.
Por: Carola Chávez
carolachavez.blogspot.com
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