La nación será sabia, virtuosa, guerrera, si los principios de su educación son sabios, virtuosos y militares; ella será imbécil, supersticiosa, afeminada y fanática si se cría en la escuela de los errores.Por: María Cecilia ValecillosSimón Bolívar
Tomado de: www.aporrea.org
¿Por qué los "revolucionarios" tienen a sus hijos en colegios privados, muchos de ellos bastante elitescos? La respuesta automática e inmediata es "porque la educación pública no sirve". Respuesta idéntica a la que daría alguien opuesto a la revolución bolivariana. Si, los padres revolucionarios están esperando muy sentaditos a que la educación pública suba lo suficiente de nivel como para que merezca que sus hijos se integren a ella.
Uno les llama la atención sobre el hecho de que es precisamente la educación privada, y muy especialmente la elitesca educación religiosa al estilo de curas jesuitas o monjas ursulinas, la que nos ha dividido como nación, la que ha levantado generaciones de alumnos marcados por el individualismo; el desprecio por quien menos tiene; la superficialidad y consumismo; la valoración por lo que tienes; la admiración incondicional por las metrópolis imperialistas y la ignorancia de la cultura propia… y un largo etcétera que ha impedido la formación de un tejido social coherente y sano que nos permita ver un igual en cada compatriota, sin importar su color o su forma de conjugar el verbo haber. Uno les llama la atención sobre estos puntos y te contestan que el hogar se hará cargo de contrarrestar todas estas nefastas influencias y como ejemplo te ponen el "yo pasé por ahí y salí tan revolucionario como el que más". Aténgase a huevos.
Hay varias contradicciones en esta actitud y otras tantas en el esfuerzo que se hace para justificarla. Se les olvida que probablemente el que habla es más la excepción que la regla, el producto defectuoso que se le escapó a algún cura distraído, y que su fascinación con la educación privada del colegio bien a lo mejor es indicio de que el sistema no falló totalmente. Pero aún asumiendo que hay quien se salvó, es demasiado optimista asumir que todos los jóvenes tendrán la misma suerte; lo más probable es que esta adoctrinación ejercida 180 días al año, durante 6 horas al día, por un total de mínimo 12 años durante la época más maleable de la vida delniño termine dejando alguna huella. El sistema es eficiente; por algo ha ganado tanto terreno.
En un plano menos personal e individualista, es por lo menos iluso creer que la educación pública llegará algún día a ser suficientemente buena si las personas a cargo de su diseño, implementación, evaluación, etc., no son los mismos recipientes directos o indirectos del producto de esa educación. Si el hijo del ministro, del concejal, de la alcaldesa, de la directora de educación , de los dueños de la empresa distribuidora de almuerzos escolares, de los bedeles, de los supervisores, de los maestros y de los vecinos, no asisten todos toditos a la educación pública, ésta no pasará nunca de ser una "educación para pobres", como aquel papel higiénico oscuro y poco absorbente que era "suficientemente" bueno para los pobres pero casi ofensivo para la abnegada clase media profesional, con traseros más exigentes y con el sudor de su frente para complacer tal exigencia.
No estaría de más meterle un poco de coco a la idea de que la revolución es tal porque se tiene la valentía de tomar acciones revolucionarias. Una acción bien revolucionaria es la de llevar a los hijos a la escuela pública, al liceo público. Si para ello hay que levantarse más temprano, si hay que dedicarle más tiempo subsanando las fallas académicas y, por ende, hay que dejar de presidir la Fundación del Niño, renunciar al comité promotor del PSUV, abandonar la organización voluntaria de quiensabequécosa y tantas otras cosas que nos hacen imprescindibles a la revolución, ésta probablemente sobreviva y seguramente que en un período sorprendentemente corto las cosas en la educación pública comenzarán a marchar sobre ruedas, los niños (todos los niños) recibirán la educación que merecen (y todos merecen la mejor educación ¿no?) y sus abnegados padres podrán otra vez lanzarse con furia a cambiar el mundo. Por lo menos sabrán que dentro de 10 años no serán sus propios educadísimos hijos los enemigos de esto que hoy se está tratando de construir.
mc.vale@gmail.com
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