Los códigos, los sistemas, los estatutos por sabios que sean son obras muertas que poco influyen sobre las sociedades: ¡hombres virtuosos, hombres patriotas, hombres ilustrados constituyen las repúblicas!Por, Martín GuédezSimón Bolívar,
Discurso de Angostura,
15 de febrero de 1819
Verdadera justicia tanto para los conspiradores como para los "revolucionarios" ineptos y corruptos, a grandes males grandes remedios. La revolución bolivariana tiene que tomar ese toro por los cachos.
Por una de esas jugadas del azar histórico, no es aventurado afirmar que la Revolución Bolivariana vive hoy su más esperanzador cuanto menguado momento. ¡Extraña contradicción, pero así son las revoluciones cuando lo son de veras! Jamás imaginamos muchos de quienes soñamos con un proceso revolucionario, que las conquistas de un socialismo de carne y hueso como las que se vislumbran en los Cinco Motores Constituyentes, llegarían a ser una realidad palpable y realizable. Tampoco imaginamos que algún día aquellos camaradas que acompañaban las luchas terminarían siendo igual que aquellos a quienes combatíamos. Habría que concluir que eran tan honestos como la falta de oportunidades los obligaba a serlo. Burocratismo y corrupción son los dos nombres de esta droga que a tantos ha vuelto adictos.
Frente a esto, queda siempre la fortaleza moral del pueblo. Nunca como ahora en estos ocho años se hace más real la conseja de que "pueblo unido jamás será vencido". Es, por tanto, en la unión del pueblo donde está nuestra posibilidad real de éxito. Conciencia de clase, claridad de objetivos, pasión, generosidad, entrega, decisión, reciedumbre, convicción, amor y firmeza, son las claves de nuestro éxito.
En principio, nada es más dañino que el desencanto, el desaliento o la decepción, cuando llegan de la mano del mal ejemplo de los nuestros. Nada es más desalentador que cuando un revolucionario muestra un doble discurso. Con desazón y rabia vemos el impacto en la fe del pueblo de revolucionarios exhibiendo riqueza y lujos con desfachatez grotesca. Llego a la conclusión de que mucho bien harían si al menos no hablaran, si tuvieran el dulce encanto del silencio, ¡pero no!, les gusta ser de los primeros, de los que más se desgañitan gritando "patria, socialismo o muerte", ¡son tan evidentes los signos de su nueva riqueza, que verlos resulta grotesco!
Al final, y aunque muchos no lo consideren ni aconsejable ni ortodoxo, el pueblo vuelca su mirada en el Comandante Chávez, algo así como el talismán que no falla, el último y más seguro refugio. En nuestros barrios y campos abundan los casos de personas reclamando estar siendo engañadas por personajillos de cuarta o quinta categoría. Un desfile de miserias explotado hasta el desgarramiento por los medios de la oligarquía y el imperio. Algo demoledor que tiene que acabar. Quien no sea socialista en sus actos no puede ni debe ser considerado revolucionario. Esta grosería tiene que terminar. No habría mensajero si no hubiese mensaje. Es verdad que los medios conspiradores hurgan en las miserias, pero las encuentran porque las hay.
La conformación de los Consejos Comunales tiene que estar a salvo de estos bandidos de siete suelas. El Partido Unido de la Revolución no puede ser construido bajo la férula de estos bandoleros. Estén en el lugar en que estén, sean funcionarios o no lo sean, quienes no sean radicalmente socialistas, quienes no den signos de vida que lo confirme, sencillamente deben irse con los suyos... con los enemigos de la revolución, al menos así no harán el daño moral que hacen.
La Asamblea Nacional también está en deuda, más allá de la Ley Habilitante, la Asamblea, por su cuenta y compromiso, tiene que legislar duramente contra la corrupción y el burocratismo, contra la ineficiencia y la indolencia en el cumplimiento de las tareas de cualquier funcionario público. Una ley inapelable, dura y eficaz tiene que caer como un rayo sobre revolucionarios corrompidos.
Un revolucionario que hace unos pocos años era pobre de solemnidad, tiene que ser obligado por la justicia popular a explicar de donde obtuvo carro de lujo, apartamento nuevo, ropas de estreno todos los días, joyas, etc., etc., si son bien habidos, su gusto por los lujos lo hacen poco deseable en las filas socialistas, pero si no lo son, tiene que ir preso y expuesto ante el pueblo. No estamos proponiendo nada que no refrendarían con su firma Simón Bolívar o el Che.
En tanto no se haga algo radical, estos canallas seguirán destruyendo los sueños de libertad, justicia e igualdad de todo un pueblo. Será cada día más difícil entusiasmar al pueblo, presentarle las bondades de la solidaridad propias del hombre nuevo, cuando no podemos refrendar la ortodoxia con la ortopraxis, la teoría con el ejemplo. Un bandido de estos exhibiendo su nueva riqueza, destroza en un minuto todo el trabajo desprendido y generoso de cientos de cuadros revolucionarios entre el pueblo. Pero hay algo más... Estos malos ejemplos -no importa que tanto se disfracen- seguirán proveyendo de piedras las resorteras de la contrarrevolución. Con su consabida viveza, estos traidores a la revolución facilitan el camino para el retorno de los brujos.
Algo radical debemos hacer. No es posible convivir con dos aberraciones tan letales. De un lado... que no haya denuncia legítima y bien fundamentada que encuentre eco, que llegue hasta el culpable, y del otro, que cuanto conspirador disfrazado haga denuncias al boleo para dar material a los medios conspiradores y no confirme ninguna de ellas. Debemos dotar al pueblo, en la figura de los Consejos Comunales, de la autoridad suficiente como para que ejerza realmente el poder que le corresponde. Si los vivos, enchufados, intermediarios y poderosos siguen copando la escena esta batalla la habremos perdido.
Esta revolución es socialista y abierta a distintas corrientes del pensamiento, pero radicalmente socialista. Esto supone que buscamos una sociedad sin clases; un socialista tiene que estar claro o mejor se va con su cuento a otra parte. En el socialismo, el modo de vida propio de los explotadores de todos los tiempos debe sernos ajeno, la propiedad privada de los medios de producción no la queremos porque es el origen de la concentración de la riqueza en manos de unos pocos, es la causa de la exclusión del pueblo. Si a usted, compatriota, camarada, compañero, le sientan tan bien los aires y el dulce encanto de la burguesía…la puerta está abierta…váyase pal mismísimo y que le siente bien el banquete. Entre ustedes y la revolución no hay conciliación posible. Eso sí, disculpe, primero nos deja esos reales que de mala manera se ha embolsillado, ¿le parece bien?
Por, Martín Guédez
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