Por: Mary Pili Hernández
Es insólito que, a estas alturas, después de todo lo que hemos visto y oído, todavía haya gente que crea, sinceramente, que habrá algún candidato opositor que se enfrente a Chávez en las elecciones de Diciembre.
Simplemente, al menos para mí, está más que claro que ellos no participarán y que aplicarán la famosa jugada del fútbol (ahora, por cierto, que estamos en temporada del Mundial) de la posición adelantada. La misma que usaron en las elecciones parlamentarias y que tanto han cacareado.
LOS ABSTENCIONISTAS DE AYER
En el análisis que formulamos en este mismo espacio, cuando la oposición decidió retirarse de las elecciones del pasado diciembre, para escoger a los nuevos miembros de la Asamblea Nacional, indicamos que esto había sido un error histórico. Inclusive, dijimos en aquella oportunidad que hoy en día la oposición estaba cometiendo el mismo error que tantas veces marcó a la izquierda venezolana en tiempos de la cuarta república y que, a final de cuentas nunca le rindió resultados políticos.
Recordemos, pues quien no conoce la historia está condenado a repetirla: el mismísimo Chávez fue abstencionista. Cuando salió de su encierro en la cárcel de Yare, su campaña por todo el país fue a favor de la abstención. En eso se diferenció de su compañero de entonces, Arias Cárdenas, quien sí participó en un proceso electoral, ganando la gobernación del Zulia.
No fue sino hasta Abril de 1997 cuando en el seno del MBR-200 se dio una intensa y difícil discusión en la que se intentaba definir si realmente tenía sentido participar en la contienda electoral presidencial. Ese parto fue muy difícil, y los argumentos eran en la tónica de la desconfianza en el proceso: “ese Consejo Supremo Electoral está vendido, los únicos representantes son los de los partidos tradicionales, nosotros no tenemos derecho a tener ni siquiera miembros en las mesas de votación…”.
La otra corriente abogaba por la confianza en el pueblo, entendiendo que la gente no salía a votar porque no se le había brindado una opción que la motivara, pero que justamente ese era el trabajo de las fuerzas políticas y populares. Se partía del principio de que “si ganamos por un millón de votos de diferencia, no habrá quien nos robe las elecciones”.
La decisión de lanzar la candidatura de Chávez a las elecciones presidenciales de 1998 significó incluso una división de las fuerzas bolivarianas. Hubo quien se unió a la propuesta, pero otros permanecieron con el discurso de la abstención.
Recordemos que para entonces, todos los medios de comunicación daban como la virtual ganadora de esos comicios a Irene Sáez, a quien la encuesta más tímida le daba más del 50% de la intención de voto.
Sin embargo, Chávez y quienes en aquel momento le acompañaron, iniciaron su camino confiando principalmente en el pueblo, no en lo que decían en la televisión, sino en lo que se sentía en la calle.
Algunos no entendieron esa decisión, pero la historia ha demostrado con creces que era la correcta. Alcanzar el poder por la vía electoral. Para ello eran necesarias tres condiciones: un proyecto político, un candidato que fuera capaz de dar la vida por ese proyecto y sintonía con el pueblo. Y así sucedió, las tres condiciones estuvieron presentes y, a pesar de los inmensos obstáculos, Chávez se convirtió en presidente.
LOS ABSTENCIONISTAS DE HOY Y SUS PLAÑIDERAS
Sin embargo, aunque las situaciones pudiesen parecer similares, existen diferencias de fondo entre quienes invocaban la abstención para ese momento, y los que lo hacen ahora.
Partiendo del punto de que, en nuestro análisis, en ambos casos la opción abstencionista es un error, la diferencia fundamental se encuentra en que quienes llaman a la abstención hoy, aunque utilizan la excusa de que no creen en el actual CNE, en realidad no cuentan con el respaldo necesario a sus candidatos y menos a un proyecto que ni siquiera tienen. En otras palabras, el problema real no es de falta de confianza, sino de falta de votos.
Las condiciones en las que ellos participarían en estas elecciones no tienen ni siquiera una remota comparación con la inmensa desventaja que Chávez enfrentó en el proceso del año 1998, pues no tenía ni siquiera miembros en las mesas, puesto que el MVR era la primera vez que participaba en un proceso electoral, y quienes podían tener este acceso eran sólo los militantes de los partidos tradicionales.
Por otra parte, el otrora Consejo Supremo Electoral daba financiamiento público de miles de millones de bolívares a los partidos políticos que hubieran tenido los más altos porcentajes en elecciones anteriores, eso quiere decir que, mientras el garante del equilibrio electoral financiaba a los partidos tradicionales, Chávez tuvo que hacer colectas públicas y rifas para obtener recursos para su campaña.
Los medios de comunicación no le daban acceso ni siquiera a entrevistas cortas (sólo al final, cuando ya las encuestas lo daban como posible ganador, fue que se produjo la obligatoria apertura).
En fin, ni comparación. Por eso es que las plañideras que todos los días son entrevistadas en los medios de comunicación oposicionistas para tratar de victimizar a unos precandidatos que no tienen lo que hay que tener para asumir con responsabilidad su candidatura de modo definitivo, no engañan a nadie. Al menos no a los verdaderos venezolanos, a los que todos los días quieren construir un país mejor.
Puede ser que sí engañen a aquellos que trabajan sólo para ver si reúnen un dinerito para irse del país, a aquellos que viven soñando con la Green Card, a aquellos que piensan que todo lo que venga del exterior es mejor que lo de Venezuela. Pero a los patriotas, a los que aman al país, nada que ver.
NI PROYECTO, NI COMPROMISO, NI PUEBLO
Los que en este momento se hacen llamar precandidatos, sólo están tratando de medir fuerzas para ver quién de ellos se convierte en una especie de líder de los grupos antichavistas, pero no existe una intención real de enfrentarse con el fenómeno electoral que representa el actual presidente.
Les interesa el liderazgo opositor para capitalizar el descontento, natural por demás en un sistema democrático, de un sector de la población que no está de acuerdo con el actual gobierno, pero en lo absoluto tienen la intención de confrontarse electoralmente.
Por eso me inspira cierta ternura la ingenuidad con la cual los actuales miembros del nuevo CNE convocan a los precandidatos a reuniones, supuestamente para conversar sobre las condiciones de los próximos comicios. Ellos lo hacen con buena intención, se sobre entiende, pero quizás no recuerdan que sólo unos meses atrás, en noviembre pasado, los entonces rectores se reunieron también con los oposicionistas, en presencia de los observadores internacionales, y estos juraron que irían a las elecciones porque les habían quitado las capta huellas. En tan solo 24 horas cambiaron de opinión. Insólito e irresponsable.
El problema de fondo es que, así como Chávez en 1997 tenía las tres condiciones necesarias para vencer, estos no tienen ninguna: ni tienen un proyecto, porque no los mueve el amor por algo, sino el odio hacia alguien, ni tienen un candidato que sea capaz de dar su vida por ese proyecto que no existe, y mucho menos tienen sintonía con el pueblo, simplemente porque el pueblo no les importa.
Simplemente, al menos para mí, está más que claro que ellos no participarán y que aplicarán la famosa jugada del fútbol (ahora, por cierto, que estamos en temporada del Mundial) de la posición adelantada. La misma que usaron en las elecciones parlamentarias y que tanto han cacareado.
LOS ABSTENCIONISTAS DE AYER
En el análisis que formulamos en este mismo espacio, cuando la oposición decidió retirarse de las elecciones del pasado diciembre, para escoger a los nuevos miembros de la Asamblea Nacional, indicamos que esto había sido un error histórico. Inclusive, dijimos en aquella oportunidad que hoy en día la oposición estaba cometiendo el mismo error que tantas veces marcó a la izquierda venezolana en tiempos de la cuarta república y que, a final de cuentas nunca le rindió resultados políticos.
Recordemos, pues quien no conoce la historia está condenado a repetirla: el mismísimo Chávez fue abstencionista. Cuando salió de su encierro en la cárcel de Yare, su campaña por todo el país fue a favor de la abstención. En eso se diferenció de su compañero de entonces, Arias Cárdenas, quien sí participó en un proceso electoral, ganando la gobernación del Zulia.
No fue sino hasta Abril de 1997 cuando en el seno del MBR-200 se dio una intensa y difícil discusión en la que se intentaba definir si realmente tenía sentido participar en la contienda electoral presidencial. Ese parto fue muy difícil, y los argumentos eran en la tónica de la desconfianza en el proceso: “ese Consejo Supremo Electoral está vendido, los únicos representantes son los de los partidos tradicionales, nosotros no tenemos derecho a tener ni siquiera miembros en las mesas de votación…”.
La otra corriente abogaba por la confianza en el pueblo, entendiendo que la gente no salía a votar porque no se le había brindado una opción que la motivara, pero que justamente ese era el trabajo de las fuerzas políticas y populares. Se partía del principio de que “si ganamos por un millón de votos de diferencia, no habrá quien nos robe las elecciones”.
La decisión de lanzar la candidatura de Chávez a las elecciones presidenciales de 1998 significó incluso una división de las fuerzas bolivarianas. Hubo quien se unió a la propuesta, pero otros permanecieron con el discurso de la abstención.
Recordemos que para entonces, todos los medios de comunicación daban como la virtual ganadora de esos comicios a Irene Sáez, a quien la encuesta más tímida le daba más del 50% de la intención de voto.
Sin embargo, Chávez y quienes en aquel momento le acompañaron, iniciaron su camino confiando principalmente en el pueblo, no en lo que decían en la televisión, sino en lo que se sentía en la calle.
Algunos no entendieron esa decisión, pero la historia ha demostrado con creces que era la correcta. Alcanzar el poder por la vía electoral. Para ello eran necesarias tres condiciones: un proyecto político, un candidato que fuera capaz de dar la vida por ese proyecto y sintonía con el pueblo. Y así sucedió, las tres condiciones estuvieron presentes y, a pesar de los inmensos obstáculos, Chávez se convirtió en presidente.
LOS ABSTENCIONISTAS DE HOY Y SUS PLAÑIDERAS
Sin embargo, aunque las situaciones pudiesen parecer similares, existen diferencias de fondo entre quienes invocaban la abstención para ese momento, y los que lo hacen ahora.
Partiendo del punto de que, en nuestro análisis, en ambos casos la opción abstencionista es un error, la diferencia fundamental se encuentra en que quienes llaman a la abstención hoy, aunque utilizan la excusa de que no creen en el actual CNE, en realidad no cuentan con el respaldo necesario a sus candidatos y menos a un proyecto que ni siquiera tienen. En otras palabras, el problema real no es de falta de confianza, sino de falta de votos.
Las condiciones en las que ellos participarían en estas elecciones no tienen ni siquiera una remota comparación con la inmensa desventaja que Chávez enfrentó en el proceso del año 1998, pues no tenía ni siquiera miembros en las mesas, puesto que el MVR era la primera vez que participaba en un proceso electoral, y quienes podían tener este acceso eran sólo los militantes de los partidos tradicionales.
Por otra parte, el otrora Consejo Supremo Electoral daba financiamiento público de miles de millones de bolívares a los partidos políticos que hubieran tenido los más altos porcentajes en elecciones anteriores, eso quiere decir que, mientras el garante del equilibrio electoral financiaba a los partidos tradicionales, Chávez tuvo que hacer colectas públicas y rifas para obtener recursos para su campaña.
Los medios de comunicación no le daban acceso ni siquiera a entrevistas cortas (sólo al final, cuando ya las encuestas lo daban como posible ganador, fue que se produjo la obligatoria apertura).
En fin, ni comparación. Por eso es que las plañideras que todos los días son entrevistadas en los medios de comunicación oposicionistas para tratar de victimizar a unos precandidatos que no tienen lo que hay que tener para asumir con responsabilidad su candidatura de modo definitivo, no engañan a nadie. Al menos no a los verdaderos venezolanos, a los que todos los días quieren construir un país mejor.
Puede ser que sí engañen a aquellos que trabajan sólo para ver si reúnen un dinerito para irse del país, a aquellos que viven soñando con la Green Card, a aquellos que piensan que todo lo que venga del exterior es mejor que lo de Venezuela. Pero a los patriotas, a los que aman al país, nada que ver.
NI PROYECTO, NI COMPROMISO, NI PUEBLO
Los que en este momento se hacen llamar precandidatos, sólo están tratando de medir fuerzas para ver quién de ellos se convierte en una especie de líder de los grupos antichavistas, pero no existe una intención real de enfrentarse con el fenómeno electoral que representa el actual presidente.
Les interesa el liderazgo opositor para capitalizar el descontento, natural por demás en un sistema democrático, de un sector de la población que no está de acuerdo con el actual gobierno, pero en lo absoluto tienen la intención de confrontarse electoralmente.
Por eso me inspira cierta ternura la ingenuidad con la cual los actuales miembros del nuevo CNE convocan a los precandidatos a reuniones, supuestamente para conversar sobre las condiciones de los próximos comicios. Ellos lo hacen con buena intención, se sobre entiende, pero quizás no recuerdan que sólo unos meses atrás, en noviembre pasado, los entonces rectores se reunieron también con los oposicionistas, en presencia de los observadores internacionales, y estos juraron que irían a las elecciones porque les habían quitado las capta huellas. En tan solo 24 horas cambiaron de opinión. Insólito e irresponsable.
El problema de fondo es que, así como Chávez en 1997 tenía las tres condiciones necesarias para vencer, estos no tienen ninguna: ni tienen un proyecto, porque no los mueve el amor por algo, sino el odio hacia alguien, ni tienen un candidato que sea capaz de dar su vida por ese proyecto que no existe, y mucho menos tienen sintonía con el pueblo, simplemente porque el pueblo no les importa.
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