Por: Stefania Mosca
Cuento breve
Tomado de: <=INDIO CARICUAO=<
Quedan pocos sitios que presten un servicio como el nuestro. Quedan muy pocos, yo en realidad no conozco otro. Nadie remienda, nadie conserva; nada dura tampoco.
Hay que decirlo. Pero aún tenemos trabajo: las vestiduras del poder deben resistir, las piezas únicas, los mantos, los encajes de Venecia y una que otra irrepetible mantelería.
Nosotras no estamos mecanizadas, mucho menos computarizadas.
Estamos en Caracas y nos basta con una aguja 0,001, un hilo de la misma tela (que desprenderemos del ruedo o de alguna costura) y un bombillo o un huevo de madera donde estirar el tejido y reponer, hilo a hilo, la prenda desgarrada. Somos las únicas que hacemos un zurcido invisible de verdad.
Nos enseñó la abuela en su lucha inmensa contra los años que se metían en el armario, en la cómoda, en los baúles, a pesar de la naftalina, de las bolsitas con perfume y extracto de no sé qué aceite para apartar y evitar el humo amarillo de ese aliento sobre las piezas blancas y l o s v e l o s translúcidos y los guantes y los trajes también blancos. De tal modo y rutinaria fue la tarea que aprendimos a zurcir sin dificultad servilletas, prendas íntimas, y blusas de organdí, veletas rotas, bordados, medias y cortinas ajadas (arrancadas en un ataque de furia), manchadas de sangre o llenas de tierra. Éramos discretas.
El verano pasado zurcimos una capa antiquísima y propiamente púrpura. Era del Cardenal.
Nos honraba el trabajo y no comentábamos nada, pero secretamente nos preguntábamos cómo (?) un siervo de la Iglesia (y ni tan siervo, Cardenal) se rasgaba las vestiduras (la capa en este caso) cual si fuera judío... Quién sabe...
Nos absorbió el trabajo. Era urgente. Restituimos, sin devaneos teleológicos, el intrincado bordado del emblema de su Santidad, en finísimo oro. Remendamos, restauramos.
Aquí no ha pasado nada. No hubo riña en el jardín del arzobispado, no se le resistió el muchacho.
“Unas gotitas blancas en sus zapatos, su Santidad, ¿qué pueden significar? Nada.
Aquí, no ha pasado nada”.
Cuento breve
Tomado de: <=INDIO CARICUAO=<
Quedan pocos sitios que presten un servicio como el nuestro. Quedan muy pocos, yo en realidad no conozco otro. Nadie remienda, nadie conserva; nada dura tampoco.
Hay que decirlo. Pero aún tenemos trabajo: las vestiduras del poder deben resistir, las piezas únicas, los mantos, los encajes de Venecia y una que otra irrepetible mantelería.
Nosotras no estamos mecanizadas, mucho menos computarizadas.
Estamos en Caracas y nos basta con una aguja 0,001, un hilo de la misma tela (que desprenderemos del ruedo o de alguna costura) y un bombillo o un huevo de madera donde estirar el tejido y reponer, hilo a hilo, la prenda desgarrada. Somos las únicas que hacemos un zurcido invisible de verdad.
Nos enseñó la abuela en su lucha inmensa contra los años que se metían en el armario, en la cómoda, en los baúles, a pesar de la naftalina, de las bolsitas con perfume y extracto de no sé qué aceite para apartar y evitar el humo amarillo de ese aliento sobre las piezas blancas y l o s v e l o s translúcidos y los guantes y los trajes también blancos. De tal modo y rutinaria fue la tarea que aprendimos a zurcir sin dificultad servilletas, prendas íntimas, y blusas de organdí, veletas rotas, bordados, medias y cortinas ajadas (arrancadas en un ataque de furia), manchadas de sangre o llenas de tierra. Éramos discretas.
El verano pasado zurcimos una capa antiquísima y propiamente púrpura. Era del Cardenal.
Nos honraba el trabajo y no comentábamos nada, pero secretamente nos preguntábamos cómo (?) un siervo de la Iglesia (y ni tan siervo, Cardenal) se rasgaba las vestiduras (la capa en este caso) cual si fuera judío... Quién sabe...
Nos absorbió el trabajo. Era urgente. Restituimos, sin devaneos teleológicos, el intrincado bordado del emblema de su Santidad, en finísimo oro. Remendamos, restauramos.
Aquí no ha pasado nada. No hubo riña en el jardín del arzobispado, no se le resistió el muchacho.
“Unas gotitas blancas en sus zapatos, su Santidad, ¿qué pueden significar? Nada.
Aquí, no ha pasado nada”.
necesito tus numeros de telefono o direccion para entregarte una prenda para zurcir
ResponderBorrarHola saludos, tengo una ruana de lana perteneciente a mi madre que se rompio y queria saber si es posible hacerle un zurcido para salvar esta prenda que aun no ha sido estrenada.
ResponderBorrarAgradeceria su respuesta.
Ja... ja... este es un cuento corto... como cuento sólo es ficción... no hay que tomarlo en serio... Este cuento es -más bien- una broma alrededor de la capa de un cardenal... el autor en -forma muy fina- hace guasa sobre la abierta pederastia en la iglesia católica... Un saludo,
ResponderBorrarJotaDobleVe