Una revolución, para que lo sea, significa al enfrentamiento con los factores de poder tradicionales al punto de desplazarlos por los factores emergentes. Si el poder, en todas sus formas y variantes, continúa en manos de quienes lo han detentado por siglos, la “revolución” podría tener algunos o muchos de los elementos de tal pero le faltaría lo fundamental. Algo así como arroz con pollo sin pollo. La revolución, para serlo, pacíficamente o no, tiene que arrebatarles los privilegios a sus tradicionales propietarios hasta democratizarlos y socializarlos.
Los privilegios no se negocian. Esa negociación va contra el instinto de conservación de los privilegiados. Los privilegios deben ser arrebatados en forma contundente o jamás los cederán. Pueden –porque inteligencia y sagacidad no les falta-, aparentar que negocian, que se avienen de buena gana al proceso de redistribución del poder, pero siempre estarán allí con un puñal bajo la manga, calculando, manipulando y esperando –como el caimán en la boca del caño- para lanzar la dentellada.
Sin duda, el camino pacífico elegido o signado por el destino para la revolución bolivariana exige una alta dosis de talento estratégico. Estoy persuadido de qué, uno de los componentes más importante de este talento estratégico es el sentido de los tiempos. Vale decir que afectan por igual los aceleramientos alocados como los retardos ingenuos. Desaprovechar las oportunidades que la torpeza de la oligarquía pone en bandeja de plata es suicida, al menos, tanto como una carrera desbocada por la calle del medio.
La oposición reaccionaria y fascista en Venezuela ha ofrecido mil y una oportunidades para asestarle un golpe severo. Los factores que desde los comienzos del proceso revolucionario –al menos mediados del 2001-, han tenido el protagonismo esencial en la conspiración contra la democracia revolucionaria están bien identificados. Han cometido errores suficientes como para haberles cortado las garras a estos diablos hace tiempo. Empresarios de la desinformación, periodistas y opinadores de oficio, sindicaleros y empresarios de maletín, y por último títeres del viejo estamento político, han ofrecido generosamente sus cabezas, al punto qué –al menos estos mismos personajes e intereses-, no deberían significar nuevos peligros y asechanzas. El cúmulo de delitos es tal que bastará una justicia medianamente diligente para sacarlos del juego.
Desespera y descorazona ver como quienes han protagonizado graves delitos contra el Estado y los derechos humanos fundamentales, siguen conspirando y pavoneándose de ello, siguen ofreciendo pruebas irrefutables a través de sus propios medios de difusión, continúan conspirando, amenazando y pervirtiendo el orden social investidos de una patente de corso insufrible. Uno se pregunta –por mencionar sólo algunos ejemplos-, ¿cómo es posible que la fiscalía no impute a quienes la mañana del 12 de abril de 2002 exhibían sus gloriosas acciones a los cuatro vientos?. ¿Por qué debe seguir libre y conspirando –por ejemplo-, un tal Víctor García, propietario de una encuestadora y una publicación golpista, mismo quien con picardía reivindicaba las acciones destinadas a “tener a Chávez en Venezuela, porque lo necesitábamos aquí”, o cómo el 11 en la noche había “instalado el puesto de comando en Fuerte Tiuna”?, ¿No es un hecho “público y notorio” y una prueba suficiente el vídeo de ese programa?, ¿Cómo no se cita a Otto Nehustal quien estaba en la oficina donde se gravó el vídeo profético que anticipaba los muertos antes que ocurrieran? ¿Cómo no se imputa a los canales y los periodistas de Venevisión, Globovisión, RCTV, Televen, etc., que estaban “cubriendo” ese pronunciamiento y supieron –igual que Nehustal-, que estaban allí apañando una masacre?. ¿Conocer una matanza y no hacer nada por evitarla no es complicidad?.
La Fiscalía General de la República tiene una grave deuda con el pueblo venezolano. La justicia en general tiene que acabar con esa impunidad que estos delincuentes hoy –con descaro infinito-, reclaman. El listado de aberraciones es largo y sólo menciono una perla. Si esta gente hubiese recibido el castigo que la ley –la burguesa, la de ellos- prevé para tales delitos el pueblo venezolano se habría evitado el horror del sabotaje petrolero, las guarimbas y esta guerra psicológica terrible de todos los días. Habría bastado con jugar de acuerdo a sus propias reglas. La Revolución Bolivariana puede ser pacífica lo que no puede es ser bobalicona. El pueblo venezolano no debe seguir estando sometido a esta guerra diaria cuando la justicia tiene todos los argumentos en las manos para imponer la paz. El Estado no puede permitir nuevos 11 para que el pueblo heroicamente salga un 13. La consigna tiene que ser no más 11. La justicia venezolana está en mora y debe pagar esta deuda, no hacerlo será suicida. Si la justicia actúa –dentro del marco de la constitución y las leyes-, nos evitaremos el carnaval de sangre y violencia que preparan para los días de diciembre y enero próximos. No hacerlo es criminal.
...que la reseca muerte no me encuentre vacío y solo sin haber hecho lo suficiente.
" Sólo le pido a Dios" León Gieco
¡¡¡BASTA!!!
por: Manuel Brito
Leer al poeta Martín Guédez es un lujo. Poder leerlo a diario y que sus escritos lleguen directo a mi buzón de correspondencia puede considerarse vida de Pachá'. Solo me falta el serrallo (serail en turco, y "harem" para los negros de Nueva York) donde tener cautivas a las mujeres que me gustan y me atraen.
Un escrito en el que Martín defienda a la Revolución Bolivariana, y en donde, como trabajador de base del proceso de transformación, nos contagie con su optimismo, es tomado en al filas bolivarianas como borreguismo, como ceguera, como estupidez. "¿Es que no puedes ver idiota como la corrupción acaba con al revolución?", palabra mas palabras menos es la letanía del moralista. Aquel que con la frente en alto (un pelín mas abajo que la moral) y el pecho inflado de emoción, anda buscando que mariquera decir de lo que otros, los que asumen el reto y el riesgo de gobernar, legislar, fiscalizar, negociar, pelear, en nombre de la república; que dicho sea de paso no es un abstracto. ¡¡¡La república somos todos!!!
Y es quizás por ello, por esta mala suerte de estar virtualmente rodeado de pesimistas, moralistas, y sacerdotes (y sacerdotas) profesionales de la crítica, que están en todas menos en misa, que el poeta Guédez, le dedica mayor tiempo al trabajo de base. A estar allí con la gente, a trabajar con la gente, a interpretar a la gente y… ¡¡¡carajo!!!, lo digo con algo de envidia: a orientar a la gente. Gente humilde en conducta. Gente que desea adquirir las herramientas que le permita entender procesos complejos y le permita accionar y responder a esos procesos. ¿Cuándo te consigues a un ser así en las calles de Internet? Si en esta vaina hasta el que menos puja dice echar mapanares...
Y como el poeta Guédez interpreta, y lo hace muy bien, el sentir de las masas, nos dedicó un escrito que es un alerta, una alerta que todos venimos haciendo sobre la institucionalización de la impunidad, sobre el libertinaje de prensa, radio y tv. ¡¡¡Ya basta!!!
Ah, pero cuando yo veo a Martín decirlo no veo por ningún lado que Martín acuse de blandengues a los compañeros a quienes toca jugar el rol de fiscalizar. Tampoco consigo que los trate de corruptos haciendo negociaciones bajo la mesa. O de adecos de boinas rosadas, o de cualquier vaina que sirva para descargar ese pecho inflado de emoción que decíamos. Ley de gravedad: todo lo que se infla se desinfla...
Leo que hay un límite entre el juego político y lo admisible. No descuida la estrategia, no cae en provocaciones. Y mejor aún, no repite las matrices de opinión generadas en laboratorios, ni se indigna -¡Oh! indignación virtual- ante la impericia, ineptitud, corrupción, despotismo, dictadura, autocracia, y misiles iraníes señaladas en esas fuentes.
¡¡¡No!!! En eso esta bien claro Martín Guédez. El día que Martín le vaya a nombrar la madre a un diputado de la Asamblea Nacional (en mayúsculas le duela a quién le duela) lo va a hacer con nombre y apellido, no al voleo. Cuando la vaina sea con CONATEL también lo hará con nombre y apellido, cuando sea con la fiscalía será con nombre y apellido.
Y es esa la actitud que todo el que ande con la moral revolucionaria bien en alto, mucho mas alto que la frente, debería tener presente: las acusaciones al voleo y que afectan a toda una institución en donde un coñazo de gente con mística y espíritu de cambio trabaja, son dañinas, son chismes, ¡¡¡son estúpidas!!!! Las denuncias tienen que se especificas, con nombre y apellido.
No me hablen de algunos diputados, algunos fiscales, algunos jueces, señalen con ese pecho henchido de emoción -pura emoción virtual, dicho sea de paso- a quienes de verdad están jodiendo. No pueden ser mayoría. No deberían ser mayoría. Y dejen que quienes trabajan duro porque las cosas pasen -y están sucediendo miles de cosas buenas- y el país avance -y esta avanzando- no quede impregnado del mierdero que mandan desde estas calles virtuales los franco-celibatos del ciberespacio. (Si fuesen francotiradores no gastarían tanta energía y recursos en joderles la vida a otros).
¡¡¡Ya basta!!!¡¡¡Echad polvos!!!, que algo queda...
"anarco socialista, ácrata, agnóstico, irreverente".
ResponderBorrarUn acrata haciendo reverencias al poder, hay que ver como cambian los tiempos y los conceptos.
Her Klaus Meyer...
ResponderBorrarNo sé... ahora me confundo... hay un paisano suyo que me hecha vaina a veces... no me recuerdo si las ideas generan ideales, o los ideales son los que producen las ideas… en fin, tal vez me prefiera usted con un corte punk y sin bañarme… pero le juro que prefiero reverenciar las idea (¿o el ideal?) que al imperio…
Heil Her Klaus